La pequeña reforma impositiva que quiere hacer el Gobierno está dando demasiado que hablar. Y no debería haber razón para ello. Efectivamente, no se puede mantener a largo plazo el desarrollo de El Salvador dependiendo de préstamos. Nuestra capacidad de adquirir más créditos se agotará pronto. Y también es evidente que nuestra carga tributaria es insuficiente para lograr un desarrollo humano que pudiéramos llamar digno o simplemente justo. Aumentarla es una necesidad. Pero la pregunta queda: ¿quién pagará los impuestos?
Contestar diciendo que todos no es respuesta. En el impuesto del IVA, quienes son más pobres pagan una cantidad de dinero que afecta a su economía familiar mucho más duramente de lo que le afecta a los ricos ese mismo impuesto. En otras palabras, los pobres aportan (pagan) más, porque toda contribución debe medirse siempre según las posibilidades de quien contribuye. Y resulta que el tal IVA es el impuesto estrella (el que recoge más dinero) de los Gobiernos anteriores.
La renta, se nos dice con frecuencia, no conviene subirla, porque sería desmotivar a los ricos. Supuestamente, quienes ganan más deben ser protegidos en sus ganancias para que inviertan más, y para que los pobres —añadimos nosotros— sigan cargando con lo más pesado de los impuestos.
En este contexto, es lamentable que el Ministro de Hacienda haya hecho una alusión a la posibilidad cercana de aumentar el IVA. Lo que ni siquiera Arena se atrevió a contemplar o a decir públicamente viene ahora a decirlo el Ministro de Hacienda de un Gobierno que habla de favorecer al pueblo pobre con mayor rotundidad que los Gobiernos anteriores.
A juicio de esta casa de radio, los impuestos deben pagarlos especialmente quienes más tienen. Sustraerle el 13 por ciento de su salario a una persona que gane 260 dólares al mes y tenga que mantener a tres personas es reducirla a la pobreza. Ponerle un impuesto del 13 por ciento a una persona que gana 600 dólares mensuales y es cabeza de una familia de cuatro que no tiene otros ingresos, es convertir su salario en un salario no decente, según los cálculos del PNUD de los años 2007-2008. Ponerle, por el contrario, a una persona que gane 5,000 dólares un impuesto del 40 por ciento es dejarla todavía en el 20 por ciento más afortunado y con mejores disponibilidades económicas de El Salvador. Y no en la cola de los afortunados, sino en una posición relativamente ventajosa.
En otras palabras, el Ministro de Hacienda debería pedir disculpas por la amenaza que ha vertido contra los pobres de este país. Y, en el futuro, debería medir sus palabras. Si se necesita más dinero para invertir en desarrollo, hay que tomarlo del lugar donde el dinero abunda, y no de donde escasea.