En tiempo de elecciones se suele hablar de los problemas del país, tanto los coyunturales como los estructurales. Eso no está pasando en la actualidad. Los problemas los debate la gente en la calle mientras los políticos callan. Sobran ejemplos. Los maestros exigen en manifestación pública revisión del salario, que por ley debe hacerse cada tres años. Ya han pasado cuatro años desde el último aumento, y ante las demandas ciudadanas de un incremento predomina el silencio administrativo. Sin encontrar eco en el Estado, Movir, el movimiento que defiende los derechos de los detenidos durante el régimen de excepción, reclama que a los reclusos que padecen enfermedades se les brinde la debida atención. El Instituto de Investigación, Capacitación y Desarrollo de la Mujer (IMU) informa que el 75% de las mujeres del campo recibe por su trabajo menos de 200 dólares al mes, pero ningún partido presenta una propuesta para corregir las injusticias laborales que padecen las mujeres. El convenio 189 de la OIT, que garantiza que las empleadas del hogar tengan los mismos derechos que todos los trabajadores, ni se menciona. No digamos ya el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura, reclamado por las organizaciones salvadoreñas de derechos humanos y que a algunos funcionarios les parece una especie de defensa de los criminales.
Esta ausencia de los problemas sociales en el debate electoral sienta el riesgo de que las próximas elecciones se conviertan en una realidad insustancial. Se suele criticar la repetición de discursos sin contenido utilizando la frase “más de lo mismo”. En estos tiempos preelectorales, el “más de lo mismo” podría llegarse a identificar con “los mismos de siempre”. Ni siquiera hay promesas nuevas que muestren la existencia de proyectos bien elaborados de desarrollo tras ellas. Hasta el momento, la creatividad, la imaginación y el tino no han tenido presencia en la campaña electoral.
¿Qué hacer al respecto? Indudablemente, el voto debe ser dado a conciencia; es decir, después de una reflexión guiada por los valores de la Constitución, que son el marco básico de la convivencia nacional. La Constitución está inspirada en buena parte en los derechos humanos y en el pensamiento social cristiano. Como marco normativo fundamental, es la base a partir de la cual se debe avanzar en la ley secundaria. Además, incorpora, con mayor exigencia legal que las leyes producidas por la Asamblea Legislativa, todo el conjunto de convenios y tratados internacionales firmados por El Salvador en el marco de la ONU y de la OEA.
Ante la cita en las urnas, conocer la Constitución, enterarse de los proyectos de los partidos y dilucidar la coherencia de los mismos con los valores de la Carta Magna es el primer paso. Luego, cada quien debería votar según lo que la propia conciencia le diga sobre el compromiso de los candidatos con los ideales de fraternidad, respeto a los derechos humanos, desarrollo económico equitativo y garantías de honradez. La propaganda partidaria muy rara vez invita a pensar. Desarrollar la capacidad crítica y vincularla a la propia conciencia es un paso fundamental para un voto inteligente y ético.