Pedir perdón en serio

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El actual ministro de Defensa, general Munguía Payés, declaró recientemente a El Diario de Hoy: "La Fuerza Armada está dispuesta a pedir perdón por los errores que cometió, pero también todas aquellas instituciones, actores políticos, actores nacionales e internacionales que participaron en la guerra y que también cometieron errores, porque también cometieron crímenes, deben pedir perdón, no sólo nosotros". Es la primera vez en El Salvador que un Ministro de Defensa, y general del Ejército, da este tipo de declaración. Y es más, aunque inicialmente habla de errores, aclara posteriormente que esos errores son crímenes.

Casi al mismo tiempo, el general Corado, también ex ministro de Defensa, afirmaba en una entrevista televisiva que el Ejército actuó bien defendiendo la patria y que no tiene que pedir perdón por nada. Dos visiones diferentes en una institución que suele definirse como de pensamiento granítico.

Los hechos, sin embargo, respaldan la idea de que la Fuerza Armada cometió crímenes que no son imputables solamente a sus miembros a nivel individual. La impunidad existente —el respaldo institucional a personas acusadas de asesinato, la negativa a investigar internamente y deducir responsabilidades— implica institucionalmente a la Fuerza Armada.

Ante los hechos, y ante estas dos visiones, de un Ministro de Defensa actual y de otro perteneciente al pasado, la Fuerza Armada debe decantarse. Encerrarse en que no se tiene que pedir perdón por lo que hicieron otros en el pasado inmediato es querer mantener en la impunidad a las personas que más deshonraron institucionalmente a la Fuerza Armada de El Salvador, y mantener, además, un machismo obsoleto que hace pensar a la gente que pedir perdón es rebajarse. Abrirse institucionalmente a la autocrítica, reconocer errores, pedir perdón por crímenes cometidos desde la institución y respaldados por la misma directa e indirectamente honra a las personas que dirigen una institución.

Los militares de hoy tienen que elegir entre dos opciones. La primera, permanecer en la posición antidemocrática que afirma que los crímenes del pasado son, en todo caso, pequeños errores de una institución que actuó tan perfectamente en su conjunto que no tiene que pedir ningún tipo de disculpas. La segunda, reconocer con humildad que hubo crímenes de humanidad cometidos por militares que fueron disimulados, amparados, encubiertos e, incluso en ocasiones, premiados por miembros del alto mando del Ejército. A nuestro juicio, mientras la primera opción mantiene manchada a la Fuerza Armada, la segunda la honra.

Optar, como hasta ahora, por el silencio cómplice y la autocomplacencia del supuesto deber cumplido equivaldría a seguir dependiendo de la famosa Tandona. Pedir perdón es mostrar un rostro de una Fuerza Armada democrática y moderna. Los militares argentinos pidieron formalmente perdón y su ejército quedó con más prestigio del que tenía antes. El Ejército chileno hizo lo mismo y son parte orgullosa de un Estado democrático que olvida al criminal de guerra y ladrón del erario público que fue Pinochet.

La Fuerza Armada salvadoreña puede tener razón al decir que si ellos no hubieran luchado contra la insurgencia, el país hubiera tenido problemas más graves y una prolongación de la guerra y de las violaciones de derechos humanos. Pero lo que hubiera pasado si el Ejército hubiera sucumbido ante la fuerza guerrillera nunca lo sabremos. Hoy por hoy, lo que podemos decir es que para El Salvador es mejor que el FMLN llegue al poder, como ha llegado, por la vía democrática y dentro de la institucionalidad, que a través del uso de la fuerza. Las hipótesis de qué hubiera sido mejor no disimulan ni justifican los abusos graves cometidos por la Fuerza Armada y el FMLN.

En ese sentido tiene razón el general Munguía: no sólo el Ejército cometió atrocidades. Aunque el FMLN haya pedido perdón tras los Acuerdos de Paz, fue esa una petición muy genérica. El FMLN ahora, como partido en el poder, debe pedir perdón de nuevo. Y debe pedirlo con seriedad. Es decir, con nombres y apellidos, igual que le exigimos a la Fuerza Armada. El hecho de que los abusos de la Fuerza Armada sean más numerosos no justifica que de unos digamos nombres y de otros callemos. Pedir perdón en serio nos corresponde a todos en la medida en que el daño haya sido público y grave. Y en nuestro conflicto civil ambas partes, aunque en diferente proporción, cometieron atrocidades.

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