El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer; una buena ocasión para reflexionar sobre el tema y unirnos a esta causa, que es fundamental para avanzar hacia una sociedad con justicia y paz. La violencia contra las mujeres es una realidad a nivel mundial. Afortunadamente, y gracias a las luchas de los grupos que defienden los derechos de las mujeres, de su mayor presencia en los foros internacionales y en las dinámicas sociales cotidianas, cada vez somos más conscientes de que este tipo de violencia es una lacra social que debe ser eliminada.
En muchos ambientes de El Salvador, y debido a la cultura machista que aún impera, se considera que la violencia contra la mujer es normal, incluso legítima. No es extraño que los hombres encuentren justificaciones para la violencia contra las mujeres y que con frecuencia se las culpe de provocar las agresiones. Esto se alimenta de concepciones muy arraigadas en nuestra cultura, como creer que el hombre es superior a la mujer, que tiene la potestad de tratar a su pareja como le plazca porque es de su propiedad. Esta forma de pensar y actuar dificulta tomar conciencia sobre el daño que esa violencia supone tanto para las mujeres como para la sociedad.
Un reciente estudio de la Asociación de Mujeres Salvadoreñas encontró que en el 90% de los municipios del país se denuncian casos de violencia contra las mujeres. En lo que va del año, la Policía Nacional Civil ha reportado 2,098 incidentes de violencia intrafamiliar y la Fiscalía investiga 724 casos de violencia sexual. También se ha incrementado el número de feminicidios, registrándose hasta el momento 240 mujeres asesinadas, contra 157 a la misma fecha del año pasado.
Como es sabido, la violencia contra la mujer se da con más frecuencia dentro del ámbito familiar, a manos de la pareja, los padres, hermanos u otro pariente, y se extiende a lo largo de la vida, desde la infancia hasta la adultez, aunque afecta en mayor grado a las niñas y adolescentes, por su vulnerabilidad. Una buena parte de esta violencia se manifiesta como agresión sexual. Según Gordon Jonathan Lewis, representante de Unicef para El Salvador, entre 2001 y 2011 las autoridades salvadoreñas reportaron 26,000 casos de violencia sexual, de los cuales el 94% fue contra niñas, siendo los principales responsables los familiares de las mismas víctimas: padres, padrastros, tíos y hermanos.
Teniendo en cuenta que los estudios no suelen detectar la verdadera dimensión del problema, pues son muchas las mujeres y familias que no se atreven a denunciar la violencia de la que son objeto, la situación es realmente alarmante y grave. Es por ello que la sociedad en su conjunto debe participar decididamente en el combate de este problema. Ahora bien, la generalizada situación de violencia que vive el país podría hacernos pensar que la que sufren las mujeres es fruto de esa perniciosa dinámica nacional. Pero no es así. La violencia contra las mujeres es una realidad antigua en El Salvador, que se ha sostenido en una cultura predominantemente machista y una sociedad que no ha defendido la igualdad de género y los derechos de las mujeres.
En las relaciones violentas una de las partes busca imponer su voluntad a la otra. Y para ello todo medio es válido: la fuerza física, el chantaje emocional, las amenazas veladas o expresas, la mentira. Esto supone un grave irrespeto a la persona violentada, que provoca daños no solo físicos, sino también psicológicos, que afectan a lo largo de la vida. Este tipo de relaciones son señal de una sociedad enferma, incapaz de establecer adecuadas relaciones basadas en la igual dignidad y el mutuo respeto.
Ojalá que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se aproveche para reiterar el necesario compromiso de luchar todos por la eliminación de la violencia contra las mujeres, y de celebrar y visibilizar los avances que se han dado para que esta oprobiosa realidad empiece a ser cosa del pasado.