Por las mujeres, sin las mujeres

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Editorial UCA
30/11/2018

La campaña electoral aguanta con todo. Jorge Luis Borges proponía que los políticos no fueran personajes públicos, porque para ellos todo es susceptible de manipulación. Incluso el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, una fecha tan emblemática como necesaria en estos tiempos, no se libra de la demagogia de la campaña electoral en curso. Cualquier tipo de violencia contra la mujer es una lacra que debe eliminarse de todas las dimensiones de la vida privada y pública. Pero ponerse como víctimas de este flagelo con fines electorales cuando el partido al que se pertenece marcha en sentido contrario es inmoral, como también lo es usar electoralmente consignas del movimiento feminista relacionadas a la alarmante tasa de feminicidios en América Latina.

Hay que recordar que el diputado Velázquez Parker pidió en 2016 aumentar a 50 años la pena por el delito de aborto sin hacer ningún tipo de matiz al respecto, reflejando así un profundo desconocimiento o desprecio de todas las aristas que rodean a este drama que afecta a muchas mujeres. En 2017, el partido Arena retrasó la aprobación de una reforma al Código de Familia que prohibiría los matrimonios infantiles. En ese momento, sus legisladores argumentaron que la reforma no era “sencilla” y que tenían que discutirla con el resto de la fracción. En julio de este año, el partido de derecha se opuso a la discusión del anteproyecto de Ley de Educación en Afectividad y Sexualidad Responsable. Arena argumentó, entre otras cosas, que la educación sexual integral no es responsabilidad del Estado, sino de los padres y madres de familia. El anteproyecto se engavetó entre aplausos, en un país que, según cifras del Ministerio de Salud, en 2015 registró 25,132, embarazos de niñas y adolescentes de entre 10 y 19 años. Todas estas negativas refuerzan la violencia contra las salvadoreñas.

Tampoco al interior de Arena es clara la defensa de los derechos de la mujer. En julio del año pasado, Gabriela Trigueros, quien primero fue asesora del entonces diputado John Wright y después su suplente en su candidatura a diputado, denunció ante el Tribunal de Primera Instancia de su partido al fundador de Arena, Eduardo Barrientos, por haber difundido en redes sociales contenido “malicioso, falaz, difamatorio” en su contra. Otro caso paradigmático fue el de Mario Acosta Oertel, quien renunció al Coena en 2011 luego de que se hiciera pública una demanda por maltrato físico y psicológico, interpuesta por su esposa. Y en enero de este año, la diputada Karla Hernández, presidenta de la Comisión de la Mujer de la Asamblea Legislativa, hizo pública una agresión del jefe de fracción del partido, Alberto Romero, contra la diputada Margarita Escobar. La diputada agregó que este no era un caso aislado, sino una conducta recurrente. Al día de hoy, Barrientos, Acosta Oertel y Romero siguen siendo miembros del partido.

En lo que toca a los derechos y defensa de las mujeres, como en otros temas sociales, Arena y sus miembros tienen techo de vidrio. Los gestos decididos, rayanos en la bravuconería, se les notan falsos a los candidatos de Arena cuando pretenden defender lo que no han defendido ni dentro de sus filas. La lucha de las mujeres, los dramas diarios que las marginan, desangran o matan no deben ser instrumentalizados. Es este un nuevo episodio de la campaña sucia. La política sigue hundida en sus miasmas.

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