El Diario de Hoy ha publicado una encuesta de opinión que le da a Mauricio Funes unos índices de aprobación de parte de la gente y en su gestión gubernamental superiores al 80%. Se confirma una vez más la tendencia manifestada en los últimos meses. Sin embargo, los datos de la realidad no explican la aprobación mayoritaria de la gestión. Los problemas de inseguridad, crisis económica y violencia mantienen la misma intensidad que en el Gobierno pasado. Si bien Mauricio Funes no ha derrochado dinero en propaganda personal, como hacían administraciones anteriores, no ha habido en política éxitos espectaculares que de alguna manera justifiquen el prestigio mantenido en cuotas tan altas a lo largo de estos siete meses.
Es cierto que ha habido un acercamiento más dialogante a los problemas de la gente. No ha habido choques entres sectores populares y Gobierno, hay una preocupación responsable por la situación económico-social y se han logrado desentrampar algunos bloqueos en el nombramiento de autoridades indispensables para el buen funcionamiento de la instituciones democráticas. Sin embargo, los logros son insuficientes para justificar el prestigio tan elevado del Presidente.
Para el debate político, ofrecemos la siguiente explicación: Mauricio Funes está identificado en el pensamiento ciudadano con la sociedad civil. Toda su trayectoria ha sido la de un periodista independiente, valiente, que criticaba los excesos y las sinrazones políticas. Aunque simpatizaba con la crítica que podríamos denominar de izquierda, era evidente que no tenía agenda política y que era ideológicamente libre frente a las dos tendencias marcadas que dominaban el panorama político salvadoreño.Pues bien, esta imagen de persona libre frente a los políticos, incluso frente a los de su propio partido, la mantiene en la actualidad. Y es precisamente eso lo que hace que el ciudadano mantenga la confianza en él, a pesar de la lentitud con la que se desarrollan las dinámicas gubernamentales frente a los problemas sociales existentes. Ante el desprestigio de los políticos, demasiado marcado en la opinión pública, el hecho de que el Presidente sea percibido como más cercano a la sociedad civil que a la sociedad política hace que su prestigio y aceptación se mantengan muy alto, incluso más allá de los débiles logros de la gestión gubernamental.
Esta realidad exige reflexión a los partidos políticos. Si quieren recuperar prestigio, no será a través de liderazgos carismáticos surgidos de su interior, de propagandas masivas o del recurso a figurones históricos de los propios partidos. La renovación de los partidos pasa por la civilización de ellos mismos, entendiendo civilización en todos sus sentidos posibles. Es la sociedad civil la que goza de mayor prestigio y aprobación de la ciudadanía, y es ahí donde debe buscarse la renovación de los partidos.
Nadie en la sociedad civil se anima a cantar el himno tabernario y semifascista de Arena. La ideología de este partido, cerrada, elitista, con toques racistas, ultraconservadora y manipuladora de la realidad, es cada vez más incompatible con una ciudadanía salvadoreña mejor formada cada día que pasa. Tampoco el socialismo desfasado, con tintes leninistas de manual barato, como el que profesan algunos miembros del FMLN, ofrece estímulos a salvadoreños cada vez más abiertos, con espíritu internacional, conocedores del funcionamiento social y político en ámbitos democráticamente amplios.
En este contexto, le conviene especialmente hacer cambios al FMLN, que está recibiendo el influjo positivo de un Presidente con un nuevo estilo de racionalidad política, más enraizada en los valores y principios de la sociedad civil. Renunciar a ser un partido marxista (o socialista revolucionario) e identificarse con fórmulas socialistas democráticas le resultaría probablemente muy positivo. De alguna manera, es importante que el FMLN reinvente su propio socialismo una vez que los manuales —de por sí enormemente deficientes— que estudiaron sus líderes en la época de la guerra son hoy absolutamente obsoletos para la praxis política y el desarrollo de un partido político moderno.
Si el FMLN no abre ese proceso de reforma ideológica, y mantiene esa amalgama ambigua de pensamientos diversos, con frecuencia maxistoides y muchas veces encontrados en su interior, los problemas internos serán cada vez mayores. Problemas que hoy aparecen silenciados gracias al impulso y nuevo aliento que les ha insuflado Mauricio Funes, con su estilo civilista e incluso con sus reprimendas públicas. Pero cuando los problemas son estructurales, aunque sea en el campo del pensamiento, las coyunturas favorables, como la que ahora disfruta el FMLN, no duran demasiado. Y, ciertamente, si se agravaran los malentendidos entre el Presidente y el partido en el gobierno, los problemas no tardarán en reaparecer.