En los últimos días se han multiplicado las voces que afirman que en las próximas elecciones habrá fraude; según la última encuesta del Iudop, el 37.9% de los encuestados lo cree. Quienes más han insistido en ello son el presidente de la República y sus seguidores, pese a que saben, o deberían saber, que cometer fraude durante el proceso de votación y conteo de votos es si no imposible, muy, muy difícil. Las Juntas Receptoras de Votos están integradas tanto por ciudadanos independientes como por afines de todos los partidos. Además, en cada mesa hay vigilantes partidarios. Por supuesto, Nuevas Ideas tendrá los suyos, quienes podrán estar presentes en las mesas durante todo el proceso de votación y conteo. Por tanto, por esa vía no tiene sentido hablar de fraude electoral. Desde los Acuerdos de Paz se han realizado seis elecciones presidenciales y nueve municipales y legislativas de forma limpia y transparente. No hay razón ni evidencia que permita afirmar que las del 28 de febrero serán la excepción.
Pero si de hablar de fraude se trata, hay que decir claramente que ya se ha consumado uno y que su principal responsable es Nayib Bukele. El presidente no solo ha intervenido en el proceso electoral a favor de Nuevas Ideas, lo que está prohibido por ley, sino que también ha trabajado conscientemente y usando todos los medios a su alcance para dañar a los demás partidos en contienda, a excepción de sus aliados de GANA. La negativa a entregar en tiempo y forma el Fodes a los municipios, además de ser inconstitucional, responde a una estrategia electoral. En la medida en que se quedan sin fondos, los municipios no pueden realizar sus funciones y, por tanto, incumplen con sus compromisos ante la población.
Con su estrategia, el presidente ha obstruido el trabajo de las alcaldías, dejándolas mal paradas ante la ciudadanía. Esto seguramente favoreció que, en la más reciente encuesta del Iudop, las municipalidades recibieran la peor evaluación de los últimos 22 años. Asimismo, sin necesidad de decirlo, Bukele ha enviado un contundente mensaje: las alcaldías que no sean de Nuevas Ideas enfrentarán graves dificultades. Otra de sus acciones contrarias a la ley y a la democracia es no haber entregado la deuda política a los partidos, restándoles así recursos para propaganda. En contraste, Nuevas Ideas cuenta con abundantes fondos y se aprovecha de los recursos del Estado.
Con todo, el componente más importante del fraude electoral cometido por el Ejecutivo es la entrega de los paquetes alimenticios, los cuales no se han distribuido con criterios objetivos y claros, y como parte de las obligaciones del Gobierno con la población, sino como obra de la discrecionalidad generosa del presidente y su Gabinete. En el colmo de la desvergüenza, en no pocas ocasiones los paquetes han sido repartidos por personas que visten distintivos de Nuevas Ideas. Por estas razones, la distribución de las ayudas constituye la principal estrategia electoral de Bukele para ganarse el apoyo mayoritario de la población.
Quienes suelen preocuparse de un posible fraude son los partidos y políticos minoritarios y vulnerables, no los fuertes y que gozan de alta popularidad, como Nayib Bukele y su partido. Carece de todo sustento su insistencia en el fraude electoral cuando es indudable que Nuevas Ideas compite en estas elecciones con todas las ventajas a su favor. La acusación del mandatario no obedece a un temor de que el Tribunal Supremo Electoral irrespete la voluntad popular. Más bien teme no obtener la contundente victoria que necesita para consolidar sus aspiraciones absolutistas. Como en otras muchas cosas, el presidente se limita a copiar un vicio ajeno; en esta ocasión, la estrategia Trump.