Recuerdos martiriales

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Editorial UCA
13/03/2013

El 12 de marzo se cumplieron 36 años del asesinato de Rutilio Grande, jesuita párroco de Aguilares y El Paisnal. Año con año, los sacerdotes de las diversas parroquias de la zona se reúnen con sus feligreses para celebrar su recuerdo y, sobre todo, su vigencia y actualidad. Y el próximo sábado se celebrará anticipadamente, frente a la catedral metropolitana, el recuerdo de otra muerte martirial, la de monseñor Romero. Rutilio Grande y Óscar Romero, dos hombres que, unidos por amistad e historia, marcaron un modo de enfrentar problemas y dolores con una enorme generosidad. Rutilio, acompañando a los campesinos, primero en sus procesos de conciencia social y después en medio de sus sufrimientos ante la represión estatal. Romero, enfrentando con valor a los lobos que desde las idolatrías del poder y del dinero, o desde la tergiversación de las organizaciones que debían servir al bien común, segaban vidas en El Salvador.

El recuerdo vivo de estos dos verdaderos mártires, junto al de tantos otros laicos, sacerdotes y religiosas, sigue actualizando en El Salvador los deseos de paz con justicia enraizados en el Evangelio. A pesar de algunos avances en las políticas sociales, las graves diferencias socioeconómicas siguen siendo un motivo de confrontación y violencia. Si en el pasado la desigualdad injusta ocasionó hasta una guerra civil, en la actualidad esa misma desigualdad, que no ha dejado de crecer, provoca migración, delincuencia, falta de cohesión social y desconfianza ciudadana. Los salarios de hambre que se reflejan en las disposiciones oficiales sobre el salario mínimo siguen clamando al cielo cuando se comparan con los ingresos de quienes tienen poder, influencia o altos puestos en el aparato estatal. El mantenimiento de una institucionalidad pública que ofrece servicios de diferente calidad dependiendo de la capacidad de cotizar de cada salvadoreño, refleja los remanentes de las sociedades coloniales, que clasificaban a las personas según su casta. Hoy es el dinero, la capacidad de pagar o cotizar de solo una quinta parte de la población, la que determina la calidad de los servicios médicos, educativos y de pensiones, y la que margina a la mayoría como si de una casta inferior se tratara.

Romero, Rutilio y tantos mártires que con ellos cayeron para recordarnos la igual dignidad de todos los que vivimos en este Pulgarcito de América, siguen siendo la verdadera voz de la conciencia salvadoreña. Los esfuerzos por silenciar su recuerdo han sido estériles. Y su voz sigue generando nuevos compromisos solidarios, renovados esfuerzos en pro de la justicia social, experiencias y prácticas creativas de apoyo mutuo. Los mártires consuelan cuando los procesos sociales son más lentos de lo que desearían nuestras esperanzas, al tiempo que dan la fortaleza para proseguir en esas luchas difíciles donde el horizonte apenas se vislumbra. Ellos se unieron a las víctimas de la historia, pero las recuperaron como fuerzas vivas para nuestro presente. Las víctimas no pertenecen solo al pasado. Su recuerdo nos mueve siempre a la solidaridad con las víctimas del presente, a la indignación frente a los victimarios y a unirnos en el esfuerzo y las luchas de quienes tienen hoy como ayer hambre y sed de justicia.

Desde la óptica cristiana que esta universidad profesa, los mártires son, además, testigos de la Resurrección de Jesucristo, pues dan la vida por él y por su Evangelio. Nadie da la vida por un muerto de hace cien años, decía un obispo de los primeros siglos de la historia de la Iglesia. Pero hoy, casi dos mil años después de la muerte en cruz del Nazareno, siguen dándola Rutilio y Romero, porque saben que él sigue vivo y que está viviendo también en los pobres de nuestra tierra. Romero, Rutilio y tantos otros descubrieron así en las víctimas de nuestra historia concreta no solo el rostro de Jesús, sino la capacidad de revertir una historia injusta desde el servicio humilde, la profecía y la solidaridad. Las víctimas de nuestra historia, unidas a la muerte de Jesús, resucitaron en nuestros mártires en forma de indignación profética ante la injusticia, en generación de solidaridad militante, en hambre y sed de justicia, en creatividad y creación de nuevos modelos de vida cercana a los excluidos y marginados de cada época. Por eso, deseamos la pronta beatificación de monseñor Romero, como ratificación de una santidad heroica que ya el pueblo de Dios le otorga. Y por eso también el recuerdo de ambos, Romero y Rutilio, tan fieles seguidores del Señor Jesús, nos sigue lanzando a muchos, hoy como ayer, al ejercicio crítico y creativo de la solidaridad ante las terribles desigualdades, exclusiones y marginaciones que sufren nuestros pueblos. En lucha frente a ese conjunto de realidades opresivas que siguen multiplicando entre los más pobres un injusto e inhumano dolor.

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Anónimo
14/03/2013
07:09 am
Agora, com um Papa Jesuita, com grande amor aos pobres e operários, tenho esperanca de que a Igreja Samaritana e Martirial seja acolhida e animada. E que os Mártires da América Latina sejam lembrados.
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