Reflexiones sobre la concentración de la riqueza

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Editorial UCA
18/09/2013

En el afán de contabilizar la riqueza, Wealth-X, una organización transnacional radicada en Singapur y con oficinas en diversas capitales del mundo de los negocios y la riqueza, publicó recientemente un informe sobre millonarios. En esa lista planetaria solo cuentan a personas con un capital superior a 30 millones de dólares. Pues bien, según esa organización, en El Salvador hay 145 ricos con fortunas que alcanzan o superan ese monto; y el total de sus dineros suma 20 mil millones de dólares. Esta enorme cantidad tiene una clara coherencia con la información de otra ONG, ubicada en Inglaterra y dedicada a investigar la fuga de capitales hacia paraísos fiscales, que afirmaba que en la última década habían salido de El Salvador hacia bancos sin control un promedio de 870 millones de dólares anuales. Que hay riqueza extrema en El Salvador es evidente, y los datos que van siendo publicados lo confirman.

Esta alta concentración de dinero en pocas manos, superior a la que hay en Costa Rica o Panamá, llama mucho la atención, sobre todo cuando consideramos que nuestra economía no crece ni avanza. Si leemos noticias sobre sus inversiones, da la impresión que algunos de estos millonarios prefieren invertir su dinero fuera de El Salvador. Y está claro que eso no dinamiza la economía salvadoreña. La concentración económica, además, tampoco trae desarrollo; al contrario, lo frena. Es el surgimiento de clases medias desarrolladas, con capacidad de innovación, con extensión de la inteligencia y el conocimiento, lo que acaba incorporando a los países al desarrollo. Es la real igualdad de oportunidades la que hace que los talentos naturales rindan al máximo y fomenten una sana economía y un sano desarrollo. Porque el talento se reparte aleatoriamente entre los seres humanos, sin distinciones de clase. Contrario a lo que se podría suponer, el exceso de riqueza, en la medida que acomoda, facilita y apoltrona a quienes la tienen, convierte con frecuencia a los hijos de los muy ricos en verdaderos parásitos. No siempre es así, pero las noticias en los medios de comunicación muestran demasiados ejemplos de lo que decimos.

Javier Ibisate, economista eximio de esta casa de estudios, solía decir que el mayor problema de El Salvador no es la pobreza, sino la riqueza. Porque una riqueza acumulada en pocas manos, acostumbrada al favoritismo político y a controlar Gobiernos, tendía a preocuparse más de multiplicarse que de distribuirse, dejando de lado la éticamente necesaria inversión en la gente. En El Salvador se ha impuesto la tendencia a afirmar que los políticos son los verdaderos culpables de la situación de pobreza, recesión y violencia que vivimos. Sin embargo, el poder acumulado que da la extrema riqueza hace pensar que hay serias responsabilidades en buena parte de nuestros millonarios de lo que pasa en el país.

El Concilio Vaticano II decía hace cincuenta años que "mientras muchedumbres inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos, aun en los países menos desarrollados, viven en la opulencia o malgastan sin consideración. El lujo pulula junto a la miseria". Hoy, medio siglo después, Paul Krugman, premio Nobel de Economía de 2008, insiste, basado en datos precisos, en la tendencia a la concentración de la renta en pocas manos y al crecimiento de la desigualdad, acompañada del correlativo descenso de la igualdad de oportunidades. Aunque él habla de Estados Unidos, no hay duda de que localmente la situación es muy semejante. No en vano vivimos en una especie de satélite del país del Norte. La reforma del Estado y el combate a la desigualdad es el camino indispensable para dar ese salto hacia el desarrollo. Un Estado que favorece la concentración de la renta en muy pocas manos está condenado al fracaso.

Lamentablemente, este tipo de debate no figura en la propaganda ni en discursos o propuestas electorales. Por eso hace falta que la ciudadanía, los pobres que padecen la desigualdad, las clases medias reducidas a una especie de servidumbre de los que se reparten el pastel a su antojo, e incluso los ricos conscientes y partidarios de una sociedad inclusiva, impulsen ese debate sobre la sociedad y el país que queremos. Cunden las plagas de corrupción, violencia, bajos niveles educativos, salud pública deficiente, vivienda inadecuada. Pero si no enfrentamos la tendencia creciente a la concentración de la riqueza, las promesas de cambio nacen vacías.

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Anónimo
07/01/2019
14:00 pm
bueno
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Anónimo
19/09/2013
14:16 pm
Esto es lo que dijo hoy Warren Buffet en la católica Universidad de Georgetown, en la capital de Estados Unidos: "rich must learn to live on 500 million, donate rest", "we havent learned well enough how to share wealth", "people will continue to make mistake of greed", "society must ensure people dont fall too far behind"
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Anónimo
19/09/2013
05:29 am
Pues solo comentar que aquí ya es pasada la media noche y con esta informacion leída ya se me quitó el sueño a cambio acumulo una verdadera preocupación, pues esta es la nueva plaga sobre Egipto, perdón que hasta pensé ser de otro país ya. Un verdadero escándalo
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