En estas fechas en que celebramos un aniversario más de la independencia patria, es bueno preguntarnos cómo nos gustaría que fuera nuestro querido El Salvador. Y la respuesta es, por supuesto, un país de verdad independiente, capaz de albergar en su seno a sus hijos sin excepción alguna, que ofrezca oportunidades de vida para todos, con un proyecto de futuro claro y definido que asegure a mediano plazo la realización social y personal. Un país con justicia y solidaridad plenas, preocupado siempre por los más débiles y en el que todos y todas nos sintamos hermanos y hermanas. Para ello, es necesario que los diferentes actores del país le ofrezcan regalos de aniversario a la patria. Solo así será posible que los grandes sueños que tenemos para este país pequeño sean realizables. Desde la UCA, invitamos a todos los actores de la sociedad a dar ese presente a El Salvador al cumplirse 193 años de la declaración de la independencia nacional.
Nos gustaría que El Salvador tuviera una clase política preocupada por el bien común. Que por encima de sus intereses e ideologías sea capaz de trabajar en conjunto con las distintas fuerzas políticas, económicas y sociales, para hacer de El Salvador un país próspero, seguro, capaz de atender las demandas de la ciudadanía. Una clase política comprometida sinceramente con el bienestar de la población, que actúe con ética y austeridad, incorruptible, que pase del discurso a la acción y que trabaje sin descanso y eficazmente en beneficio de este pueblo.
El Salvador también merece una nueva clase empresarial. Una cuya única preocupación no sea maximizar sus beneficios, obtener altas tasas de utilidad para recuperar sus inversiones en un corto plazo y acumular riquezas desmesuradas. Una que invierta a fondo en el país en lugar de apostar exclusivamente por la inversión globalizada. Una clase empresarial que en lugar de buscar privilegios se afane en crear empleos decentes y ofrezca salarios dignos, para que los salvadoreños puedan labrarse un futuro acá y vivir en la patria con dignidad. El país necesita una clase empresarial capaz de entender y asumir que la empresa tiene una función social y que debe servir para generar trabajo y riqueza compartida, tanto para los empresarios como para los trabajadores.
El Salvador requiere también de una nueva clase de funcionarios públicos, que sean conscientes de que trabajar en el Estado es un privilegio, pues les permite estar al servicio de toda la población. Necesitamos funcionarios públicos honrados, intachables, menos preocupados por sus intereses particulares y por obtener mejoras salariales y bonos extraordinarios que no pueden recibir la mayoría de la población. Funcionarios comprometidos por ofrecer a la ciudadanía un servicio de calidad. Queremos funcionarios eficientes, capaces de realizar su trabajo con efectividad y con espíritu de servicio, convencidos de que su misión es darse a sus hermanos y hermanas salvadoreños.
También necesitamos una nueva ciudadanía. Una ciudadanía preocupada por su país y plenamente consciente de que cada salvadoreño puede hacer mucho por el bien nacional. Ciudadanos que respeten el medio ambiente, que busquen la convivencia armoniosa con sus vecinos, capaces de organizarse —independientemente de sus ideologías— para poder mejorar la calidad de vida en sus comunidades y barrios. Ciudadanos honrados y trabajadores, que respeten y cumplan las leyes, y que a la vez demanden a las autoridades el respeto y la satisfacción cabal de sus derechos ciudadanos. Una ciudadanía dispuesta y decidida a trabajar por el bien común, y que participe en los espacios públicos con una actitud colaborativa con las autoridades locales y nacionales a fin de hacer de El Salvador un país en el que todos tengamos espacio.
Finalmente, quisiéramos que las pandillas regalaran paz y sosiego a las familias salvadoreñas. Ya basta de asesinatos para demostrar gallardía y lealtad a sus líderes. Matar es la actitud más cobarde; en lugar de hacerlos más hombres los degrada. Ya basta de extorsionar a las familias que, al igual que ustedes, tienen que luchar para salir adelante. Ellas no son las culpables de su situación ni les deben nada. Ustedes, pandilleros, no son dueños de los barrios ni tienen derecho a oprimir a sus vecinos. Nos gustaría que también pensaran en este país y en su gente, y contribuyeran a la paz que este pueblo tanto anhela. Si se animan, verán como el camino de la paz les beneficia también a ustedes y a sus familias.
Son muchos más los regalos que El Salvador necesita, pero hemos escogido los que nos parecen más urgentes y más sentidos, y que podrían suponer un cambio mayor para nuestra patria. Invitamos a todos a pensar qué quisieran regalarle en estas fechas a El Salvador para que sea tal como lo soñamos y deseamos. Pero sobre todo invitamos a poner manos a la obra para hacerlo posible. No esperemos que otros lo hagan. Los cambios no se producirán solamente por el liderazgo de los grupos políticos o económicos. Los principales cambios vendrán por la decisión y acción de todos, por el compromiso común de trabajar para que El Salvador sea ese otro país que soñamos cada día.