Esta semana se presentó el análisis socioeconómico de El Salvador 2024, que cada año realiza el Departamento de Economía de la UCA. El estudio confirma que la economía del país beneficia a unos pocos y afecta a la mayoría, como siempre ha sido. En esa línea, revela un aumento en la productividad del trabajo y una disminución del salario medio real. Ello está en sintonía con el informe mundial sobre salarios 2023 de la OIT, que muestra que, por primera vez en lo que va del siglo, el crecimiento de los salarios ha pasado a ser negativo, mientras que la productividad ha seguido creciendo. Es decir, hoy se rinde más en el trabajo, pero se gana menos.
Los más afectados por esta disminución del salario real son los empleados que ganan menos, los trabajadores de la economía informal y las mujeres asalariadas. De acuerdo al informe de la UCA, este grupo dedica una mayor proporción de sus ingresos a la compra de productos y servicios de primera necesidad, que son precisamente los que aumentan más rápidamente de precio. En lo que más gastan es en vivienda; sus alimentos son muy poco variados; necesitan recurrir a préstamos para llegar a fin de mes; tienen limitada o nula cobertura de salud; y su capacidad de compra de artículos para el cuidado personal, calzado, recreación y otros es escasa, cuando no inexistente.
A las familias que viven con un salario mínimo del sector industria y comercio ($365.00 mensuales), restando los productos de la canasta básica de alimentos, solo les quedan unos 50 dólares para todo lo demás (alquiler de vivienda, educación, vestimenta, etc.). En los últimos 25 años, ningún salario mínimo ha sido suficiente para que un hogar de cuatro personas salga de la pobreza y viva dignamente.
En materia de agricultura, el estudio indica que el campo sigue abandonado. A pesar de ello, las personas dedicadas al cultivo de granos básicos ascienden a 363 mil 400. El 90% de ellas son productores de subsistencia; es decir, cultivan para su propio consumo, sin posibilidad de venta. Los granos básicos se cultivan en tierras marginales con muy poca fertilidad, propensas a la erosión y deslizamientos. A nivel de la cartera general de créditos, lo destinado para granos básicos no llega ni al 1% del total.
Para colmo, el sistema tributario es regresivo: pagan más los que menos tienen. Los dos principales impuestos, el impuesto al valor agregado (IVA) y el impuesto sobre la renta, gravan con la misma medida a los más pobres y a los más ricos. Y otros impuestos que afectarían a los que más tienen, como los tributos al patrimonio y a los activos, no se aplican. De acuerdo a la investigación, los hogares más pobres gastan un 20% de sus ingresos en el IVA, mientras que los más ricos solo el 10%. Del total de la producción de bienes y servicios en el país, que ronda los 34 mil millones de dólares, cerca de una tercera parte (35.6%) va para los trabajadores que sostienen al 80% de la población, mientras que más del 40% del PIB es para el 20% de la población.
El análisis del Departamento de Economía de la UCA permite concluir que la marginación de los beneficios del desarrollo sigue adelante, agravando la desigualdad y orillando a más familias a caer en la pobreza o migrar. Y esta dinámica continuará hasta que no se ponga en el centro de la economía la vida de la personas, especialmente de los trabajadores. Mientras no haya un sistema fiscal progresivo, mientras se construyan solo viviendas de lujo, mientras se sigan pagando salarios que no alcanza para lo mínimo, la historia de El Salvador continuará sin pasar la página de la pobreza, la exclusión y la violencia.