Responsabilidad medioambiental, convivencia social

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Cuando llegamos al Día Mundial del Medio Ambiente, casi todos parecemos estar de acuerdo: no podemos seguir degradando más la naturaleza salvadoreña. La tala de árboles sin reposición adecuada, la falta de medidas contra la contaminación ambiental, la explotación irracional y mal distribuida de las aguas, el incumplimiento de las normas vehiculares anticontaminación son males del día a día. Agotamiento de especies y entrada no regulada de nuevas que ponen en peligro la biodiversidad, destrucción de corales y de manglares son parte de la plaga humana que destruye el medio ambiente. Pensar en medidas serias de repoblación forestal, o de control del territorio especificando sus posibilidades y funcionalidades, parece más un sueño que una realidad. Y, sin embargo, todos decimos que queremos mejorar el medio ambiente.

Que la situación debe cambiar y los problemas superarse, nos parece evidente. No obstante, y a pesar de algunos pasos dados al respecto (sobre todo en la conciencia de la población), los acuerdos no se dan. Y es que los acuerdos en medio ambiente sólo se pueden dar cuando la ecología humana se respeta adecuadamente. En otras palabras, si no somos capaces de convivir pacíficamente entre los y las salvadoreñas, es muy difícil que tratemos de reconciliarnos con la naturaleza. Si la injusticia social en el país impulsa a los más pobres a cocinar con leña, no podemos pedirles que no corten árboles. O por lo menos no se lo pueden pedir los funcionarios del Estado que ganando buenos salarios cocinan con gas licuado financiado por el IVA de los pobres y de los campesinos.

El desorden social multiplica el daño ecológico. Si no somos capaces de cobrar las multas impuestas a los autobuses, mucho más difícil será que logremos que regulen sus escapes. Si barriles de toxafeno pueden estar 20 años tirados en cualquier rincón de El Salvador sin que a nadie se le pida responsabilidades, va a ser difícil que la población cumpla con la separación de desperdicios que puede llevar a un adecuado reciclaje y tratamiento de la basura. Cuando la preocupación del ciudadano que sube a un autobús es simple y sencillamente que no lo maten, mientras el padre de familia esté preocupado por la seguridad de sus hijos hasta que no llegan a la casa, si el país tiene más gente armada en las empresas de seguridad privada que en la PNC, más armas en la calle que en manos de la Policía, lo de la ecología seguirá siendo un tema secundario. Y como el desorden llama siempre al desorden, la enfermedad, la violencia y la contaminación seguirán aliándose para impedir el desarrollo de este país con tanta gente buena, tantas posibilidades, pero con tan pocas oportunidades reales debido a la mala conducción de la convivencia social.

La ecología tenemos que pensarla dentro de un plan de conjunto si queremos ser realmente responsables con ella. Mientras no hagamos eso, no avanzaremos. Justicia social, responsabilidad institucional y ciudadana, control de la desmedida delincuencia, sensatez en la formulación de una normativa ágil y de fácil cumplimiento son pasos entrelazados y sin los cuales no llegaremos nunca a reconciliarnos con nuestra deteriorada naturaleza.

Es cierto que los esfuerzos de conjunto tienen que concretarse en detalles. Y que si no se empieza a hacer algo, no se hace nada. Pero al mismo tiempo que los ciudadanos y la sociedad civil hacen esfuerzos, debe darse un gran acuerdo de enfrentar con racionalidad y sobriamente los grandes problemas de El Salvador. Uno de ellos, por supuesto, el grave deterioro ambiental. Y la población debe notar que se avanza simultáneamente en conquistas básicas de bienestar para todos y todas las salvadoreñas, en cumplimiento de la normativa que rige la convivencia social y en responsabilidad medioambiental.

¿Ecología? Claro que sí, pero ecología que simultáneamente proteja y revitalice la naturaleza exuberante de nuestra patria, y construya una historia humana con un futuro bien planificado, defendiendo lo humano en plenitud. El Salmo 85 de la Biblia, una auténtica oración por la paz de quienes regresaban del destierro en Babilonia, nos adelanta el contexto de toda ecología plenamente humana: "La salvación está cerca y la Gloria de Yahvé, Dios, morará en nuestra tierra. El amor y la lealtad se han dado cita, la justicia y la paz se besan. La lealtad-responsabilidad brotará de la tierra y desde los cielos lloverá la justicia". La reconciliación con la tierra exige siempre un esfuerzo constante y planificado de reconciliación en las relaciones sociales.

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