La última encuesta del Iudop refleja que la mayor preocupación de la sociedad salvadoreña es la situación económica. A muchos de los consultados les cuesta llegar a fin de mes, tienen que pedir prestado o dejar de comprar algunos alimentos. Diversos expertos señalan que la economía nacional está en crisis, que la deuda crece y que los derechos económicos de las personas se pueden ver amenazados en un futuro próximo. La utilización estatal de los fondos de pensiones, en un contexto en el que el número de personas de la tercera edad aumentará exponencialmente en las próxima décadas, puede llevar a crisis insospechadas. En este momento del año, en el que por ley se debe revisar el salario mínimo, y luego de que han pasado tres años desde la última revisión, el Estado, la patronal y los sindicatos deben buscar soluciones a esta situación, en la que los precios de los alimentos y de otros rubros han vuelto irrelevante el último aumento del salario.
Al respecto, cabe recordar que el término “salario mínimo” desvaloriza el trabajo; debería fijarse más bien un salario justo o digno. Decir “mínimo” implica aceptar que el trabajo se puede valorar desde mínimos en vez desde la justicia y la dignidad de la persona. Crear diversos salarios mínimos, según el tipo de trabajo que se haga, supone, además, despreciar algunas labores. El hecho de que el salario del campo sea inferior al de la ciudad, y que asimismo la canasta básica rural tenga menos productos alimenticios que la de la ciudad, es un verdadero desprecio del trabajo campesino y de la soberanía alimentaria del país. Que las empleadas del hogar no tengan las mismas prestaciones que cualquier trabajador y que el Estado sea incapaz de ratificar el convenio 189 de la OIT que protege a las mujeres del servicio doméstico, muestra un grave déficit en la valoración del trabajo femenino y una buena dosis de machismo.
El Salvador necesita valorar más el trabajo. Se solía decir con orgullo que somos uno de los pueblos más trabajadores del mundo. Sería triste admitir que en realidad se trabaja tanto porque no hay remedio, dado lo mal que se paga a las mayorías. Valorar el trabajo significa incluir con mayor decisión a la mujer en las labores productivas y estipular un tipo de salario básico digno, justo e igual para todos, que no solo cubra la canasta alimentaria ampliada, sino que permita el desarrollo personal. Además, todo trabajo debe estar cubierto por los sistemas de protección social. Al Estado le corresponde garantizar que incluso el sector informal tenga acceso al seguro social y a las pensiones.
Mientras estas cosas no se consigan, no se podrá afirmar que el Estado salvadoreño cumple con las responsabilidades que la Constitución de la República le asigna y exige. Según el artículo 37 de la Carta Magna, “el Estado empleará todos los recursos que estén a su alcance para proporcionar ocupación al trabajador, manual o intelectual, y para asegurar a él y a su familia las condiciones económicas de una existencia digna”. Convertir el salario mínimo en un salario justo es la mejor manera de responder con seriedad a la muy extendida preocupación por la economía familiar que muestran las encuestas.