Estamos en la Semana de la Transparencia. No cabe duda de que desde los tiempos de Arena, cuando la mentira, la trampa y la ocultación eran constantes, hemos dado grandes pasos. Pero tampoco podemos felicitarnos plenamente. Sigue habiendo demasiados puntos oscuros en este terreno. Para muestra es suficiente el botón de lo que está pasando con el Presidente de la Asamblea Legislativa. No sabemos el salario de su asesor en la Asamblea, que simultáneamente es su socio de negocios, ni sabíamos plenamente cuál era el capital y los bienes del político y empresario Sigfrido Reyes. Y resulta sorprendente que el que es su asesor y subalterno en la Asamblea sea, según las declaraciones de Reyes, el que toma las decisiones en la empresa de ambos. No se puede afirmar —al menos por el momento— que ha habido corrupción en las transacciones de la empresa, pero es evidente que hay una falta de transparencia en todo este asunto.
La transparencia es una cultura, y aunque no se ha desarrollado plenamente todavía, el avance legal que la impulsa la irá volviendo imprescindible para hacer política. Arena debería hacer un mea culpa por la falta de transparencia de la que hizo gala durante sus veinte años de oscuridad, mentiras y trampas en el poder, y el FMLN debería ser radical con la transparencia. No se puede hablar de ella y negarse a decir cuánto se gasta o ha gastado en propaganda. Ni se puede presumir de haber impulsado una ley al respecto si no se quiere dar a conocer los salarios de los asesores de la Asamblea Legislativa, en muchos casos parientes, amigos sin preparación o simples socios comerciales de los diputados.
Estamos demasiado acostumbrados al truco y a resolver los problemas a través de una legislación abierta a la manipulación y la trampa. En el caso de Flores, por poner otro ejemplo, todo suena a arreglos previos e incluso a manipulación de la información. El cheque, que inicialmente, según el aviso norteamericano, había ido a parar a las islas Bahamas, ahora parece que solo llegó a Costa Rica. En el colmo del delirio, Arena festeja que una parte de ese dinero le haya sido dado al expresidente Saca y sus allegados, como si eso fuera una exculpación del acto corrupto de robar dinero a los pobres para dárselo a quien en ese momento era de su propio partido.
Es evidente que necesitamos reforzar la cultura de la transparencia y respaldar ciudadanamente a quienes están abonando con excelencia a la misma, como el Instituto de Acceso a la Información. Pero también tenemos que darle dientes a la legislación en el campo de la probidad. Las declaraciones patrimoniales de los funcionarios públicos deben ser claras y exhaustivas. Y deben mantenerse al día. De modo que si un funcionario participa en una empresa como accionista, debe declarar ante la Oficina de Probidad incluso los dividendos obtenidos y renunciar a cualquier tipo de cargo o posición que implique tomar decisiones en empresas de su propiedad. Un político no puede tener como empleado de confianza, asesor o consejero a alguien que dentro de una empresa es su superior o tiene una participación de capital mayor. Y por supuesto, tampoco debe emplear a sus familiares. Si no se exige más transparencia, sacar a la luz los actos deshonestos acabará siendo patrimonio exclusivo de los periodistas, que aunque pueden hacer un trabajo meritorio y muchas veces extraordinario, no pueden sustituir a la función pública de control y persecución de la corrupción.
Tampoco se puede abusar del recurso a la Sala de lo Contencioso Administrativo para frenar la transparencia. Siendo dicha instancia el tribunal salvadoreño que con mayor responsabilidad y frecuencia viola el artículo 17 de la Constitución por su lentitud sistemática, el recurso a ella en cuestiones de transparencia implica mala fe y deseo de permanecer en la oscuridad tramposa. La Semana de la Transparencia es una oportunidad para crear cultura al respecto. No se trata de competir para ver quién o qué partido ha sido más transparente o menos oscuro y corrupto. Se trata de poner juntos, con la ciudadanía, los controles que ayuden a una verdadera transparencia. Ojalá las actividades de estos días ayuden a la creación, afianzamiento y fortalecimiento de esa cultura de la transparencia y la rendición de cuentas para hacer posible una democracia digna.