Semana Santa en paz

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Editorial UCA
06/04/2020

Esta Semana Santa será, con seguridad, la más pacífica en décadas. Habrá muchos menos accidentes de tráfico, ahogados y asesinatos que en otros tiempos. Pero muchos tendrán más miedo en sus corazones, más tensiones derivadas del encierro, más preocupación por las consecuencias de la pandemia en el empleo y en la subsistencia. Incluso en algunos hogares, lamentablemente, mayor violencia intrafamiliar. Esta vez no disfrutaremos de actividades religiosas comunitarias, pero habrá más tiempo para reflexionar. Frente a la imaginación, la loca de la casa, como la llamaba santa Teresa, que se puede disparar hacia ensoñaciones terroríficas, deberemos recurrir al razonamiento serio y a la planificación de los meses próximos. Solo así pondremos paz en nuestras vidas y en nuestras perspectivas de futuro.

Sin embargo, la paz en nuestras vidas debe ir acompañada por la paz social. Y esta exige condiciones previas para realizarse. Distribución equitativa de los recursos y riquezas, nivel educativo alto, aceptación de los derecho humanos como derechos de todos, lucha constante contra la corrupción, respeto a la libertad de información y de acceso a la misma son algunas de las bases imprescindibles para una verdadera paz social. En otras palabras, si los ciudadanos no nos comprometemos con estas tareas, la paz social no existirá entre nosotros. Pasará la paz del covid-19, paz del miedo y del encerramiento, y volveremos a ser un país de violencia, corrupción, enfrentamiento social, pobreza y desigualdad.

En ese sentido, esta Semana Santa nos da la oportunidad no solo de reflexionar sobre nuestras vidas, sino también sobre el país. Las realidades sociales y personales están profundamente unidas. La paz individual no se logra si no trabajamos al mismo tiempo nuestro propio corazón y la realidad en la que nos desenvolvemos como personas. Más allá de cualquier tipo de propaganda, cambiar las estructuras de impuestos, de educación, salud y seguridad social y ciudadana es indispensable para vivir en paz. A cada uno nos toca, desde nuestras distintas responsabilidades, aportar para ello.

La Semana Santa narra cómo el amor, el servicio, la entrega y el hambre y sed de justicia caminan indefectiblemente hacia el triunfo, aunque haya que pasar por el sacrificio de la cruz, el fracaso y el dolor. Nos señala a Jesús de Nazaret como el único que puede marcar el rumbo de nuestras vidas hacia la verdadera felicidad. Nos enseña a ser personas para los demás en seguimiento del Hijo de Dios. Nos ofrece fortaleza para construir el bien, resistencia frente al mal y la injusticia, claridad para entender el camino de la vida desde el amor y la solidaridad. El Señor muerto y resucitado que recordamos y hacemos actual en esta semana nos ofrece, desde su caminar, esa paz que el mundo del poder, del individualismo, del consumo, del olvido del pobre no puede dar.

Aprovechar esta Semana Santa en cuarentena cuaresmal, en solidaridad familiar, en este particular entorno de paz social, preocupación y miedo, es un desafío humano. Pero para quienes se consideran cristianos, de la denominación que sea, esta semana es una llamada clara a la conversión, al compromiso con una vida justa y solidaria, a ser discípulos y misioneros del Señor Jesús que anuncian la paz con justicia como adelanto y camino hacia ese Reino de la vida plena en la que Dios será todo en todas las cosas.

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