Cuando se dialoga sobre problemas humanos, hacen falta dos elementos: sensibilidad y precisión. Llamamos sensibilidad a la capacidad de entender las problemáticas humanas, las necesidades de la gente, ser sensibles frente al dolor, la pobreza, las injusticias, etc. Sin sensibilidad el diálogo no funciona bien, porque la gente desea sentir que se la entiende, se la comprende y hay empatía frente a sus problemas. Y llamamos precisión a la capacidad de poner los medios racionales y técnicos necesarios para conseguir un determinado fin. Sin precisión los frutos del diálogo pueden convertirse en cargas pesadas, fracasos productores de desánimo. Sensibilidad y precisión son, en ese sentido, dos elementos indispensables para un buen diálogo. Y por eso mismo, ahora que en el país se habla tanto de establecer diálogos para solucionar los problemas, llámense seguridad (para el que se ha constituido un consejo formal) o educación (para cuya atención se abrirá pronto otro consejo), es importante reflexionar, aun brevemente, sobre estos dos aspectos.
En general, e históricamente hablando, la izquierda ha sido más sensible frente a los problemas humanos y sociales de El Salvador. La derecha, con una fuerte inclinación empresarial en el abordaje de los temas, ha tendido a ser más precisa, pero ha tenido un fuerte déficit en lo que toca a la sensibilidad. En la actualidad, incluso lidiando con los grandes problemas del país, la izquierda va ganando en pragmatismo y, por tanto, en precisión, aunque corre el riesgo de perder sensibilidad. Algunos sectores empresariales, por su parte, han mejorado en el ámbito de la sensibilidad, aunque todavía les falta camino por recorrer. Por su lado, la derecha política mantiene su dependencia de la empresa y con ello se va abriendo lentamente a la sensibilidad social, a pesar de tener todavía serias lagunas en ese campo. Mantener al frente de algunas de las gremiales empresariales a personas sin sensibilidad social crea disonancias entorpecedoras de procesos de diálogo.
En este contexto, la sociedad civil puede y debe respaldar activamente la necesaria síntesis de sensibilidad y precisión. En el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, además de haber una amplia representación de derecha e izquierda, empresa e instituciones estatales, hay una importante presencia civil a través de personas con experiencia en el trabajo con las víctimas, así como en la rehabilitación de delincuentes. La composición del Consejo posibilita avanzar hacia la construcción de una sociedad que parta de las necesidades y dolores de la población y, simultáneamente, recomiende los pasos concretos y precisos para impulsar los procesos de solución a los problemas de violencia. Y posibilita, además, la comprensión de los costos de ese proceso.
Es significativo que casi la mitad de los miembros del Consejo de Seguridad se apuntaron a la mesa de prevención de la violencia. Esta tendencia indica que hay sensibilidad frente a la necesidad de una mejor educación, en calidad y cobertura, al menos hasta finalizar el bachillerato. Y que hay también un interés por la situación laboral de tantos jóvenes que necesitan un trabajo con salario digno, así como otras ofertas de deporte, arte y esparcimiento. Si desde esta conciencia de las necesidades avanzamos hacia un pacto fiscal que recaude los recursos para las labores de prevención, estaremos dando un importante paso. Y si simultáneamente mejoramos la institucionalidad judicial y fiscal, depuramos la PNC, mejoramos su capacidad de investigación y protegemos con ahínco los derechos económicos y sociales, las posibilidades de reducir la delincuencia con rapidez crecerán exponencialmente. Pero para eso, es indispensable que hagamos un esfuerzo por sumar sensibilidad y precisión.