Sin aprender de la historia

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Editorial UCA
20/06/2018

En ciertos temas, El Salvador parece haber olvidado su historia reciente; se vuelven a cometer errores del pasado. La humillación es una de las principales causas de optar por el camino de la violencia y situarse al margen de la ley. El pueblo salvadoreño ha sufrido una larga tradición de humillaciones, y en las etapas en las que esa dinámica se ha acentuado, la violencia ha sido más aguda. Hay muchas formas de humillar a la gente.

De forma explícita, cuando se le desprecia, se le maltrata, se le hace sentir que no vale nada, se le reprime. De manera indirecta o implícita, cuando se le paga un salario de hambre, se le bloquea la oportunidad de realizarse, se le niegan los derechos humanos fundamentales mientras a otros se les conceden privilegios y prebendas. Se humilla cuando unos viven en la miseria y otros en la opulencia. Una persona o un grupo humillado es una persona o un grupo destruido en lo más hondo de su ser, que buscará cómo superar la ofensa de la que ha sido víctima. Y algunos optan por la violencia como medio, para detentar el poder que da la fuerza y de ese modo obtener un reconocimiento que contrarreste la afrenta sufrida.

Las condiciones de vida y trabajo propias de esclavitud a las que se sometió a los pueblos originarios y a los campesinos dieron lugar a las crisis de 1932. La negación de derechos y la dura represión contra las demandas de libertad y dignidad de campesinos, obreros y estudiantes en la década de los setenta causaron el conflicto armado. La manera en que se quiso combatir a la oposición y a quienes exigían el respeto a los derechos humanos o, simplemente, mejores condiciones de vida fue tan brutal, asesina y humillante que alimentó al movimiento revolucionario; solo terminó profundizando la guerra. Hoy, en la lucha contra las pandillas, se está actuando de manera similar.

Las políticas de combate al crimen que no respetan los derechos humanos están contribuyendo a la espiral de violencia. El abuso físico como norma, tratar como pandilleros a ciertas personas sin prueba alguna, llamar “ratas” a los jóvenes de las comunidades marginales y barrios populares son alicientes para que más niños y adolescentes se integren a las pandillas. Y no es de extrañar que algunos de ellos gocen del apoyo de su familia, pues también esta sufre maltrato y atestigua a diario el rosario de humillaciones.

Movimientos como “Los siempre sospechosos de todo” y “Basta ya” han mostrado con evidencias que el comportamiento de los cuerpos de seguridad no es siempre adecuado ni correcto. Han demostrado ante los jueces que se acusa sin fundamento y se maltrata a los jóvenes por el simple hecho de serlo. Que se piden condenas para inocentes que no han participado en ningún delito, que se les detiene y priva de libertad por meses en espera de ser llevados a juicio. Estas víctimas deben ser compensadas por el Estado y ver su honor restituido. El Estado no solo debe pedirles perdón, sino indemnizarlos por todo el daño ocasionado.

Si se quiere ganar la lucha contra la violencia y la inseguridad en El Salvador, es necesario que la PNC y la Fuerza Armada abandonen esta política de humillación y maltrato indiscriminado, que pongan paro a la persecución que sufren los jóvenes que viven en barrios marginales o en zonas bajo control de las pandillas. Agentes y soldados deberían saber que su deber es respetar la dignidad y derechos de toda persona, incluso cuando puedan tener sospechas bien fundadas de que alguien ha cometido un crimen. Por el bien de todos, la sociedad debe dejar de avalar este tipo de comportamientos y, en cambio, exigir el respeto a los derechos humanos y a la ley.

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Anónimo
22/06/2018
12:53 pm
No es que hayamos olvidado...es que nunca aprendemos. Cómo íbamos a olvidar si ni siquiera entendimos que ocurrió?. La miseria nuestra se cimenta en ese testarudo desprecio por el conocimiento. No comprendemos porque no sabemos interpretar, no interpretamos porque no sabemos conjuntar ideas, no sabemos leer ni escribir...lo he visto entre abogados que se supone debemos manejar la lengua, no se diga en la gente menos preparada. Cómo vamos a evitar cometer los errores si ni siquiera los hemos visto ni mucho menos admitido? Cómo le pedimos a un PNC o aun soldado que no maltrate cuando nuestra policía es una academia de iletrados semi analfabetos a los que luego mandamos a detener a los analfabetos de más abajo? Todos venimos de la violencia...somos sus hijos...algunos tenemos mecanismos para inhibirla, otros no. Por dónde empezar si queremos re-setear el chip pandémico que nos implanta este país?. El nivel de degradación es alarmante y la esperanza de remedio no se vislumbra.
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Anónimo
21/06/2018
10:07 am
De acuerdo con el editorial. Agrego que todos los poderes del Estado deben evitar más humillaciones e irrespeto a la dignidad y a los derechos humanos de las personas. Hay que entender que nuestro pueblo merece respeto y trato digno, independientemente de la apariencia física o lugar de residencia de cada uno de nuestros ciudadanos. Ningún dirigente político o militar es más que un humilde campesino, obrero o estudiante. Deben darle gracias a Dios por las oportunidades que tuvieron para formarse y llegar a ocupar esas posiciones, las que también deber abrirse para todas las personas.
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