La segunda vuelta electoral ha roto la mayoría de los pronósticos y cálculos políticos. A pesar de la diferencia de casi 10 puntos porcentuales entre el FMLN y Arena en la primera vuelta, brecha que para muchos era suficiente para augurar una clara victoria del partido de izquierda en la segunda, en la jornada electoral del domingo ambas fuerzas han llegado a un virtual empate. Ante tan ajustados resultados preliminares, que dan la victoria al FMLN con el 50.11% de los votos, el Tribunal Supremo Electoral, actuando con responsabilidad, decidió no declarar a ninguno de los dos partidos como ganador y les prohibió que lo hicieran por su propia cuenta. El Tribunal anunció que, conforme a la ley, procedería a hacer el escrutinio definitivo de votos y que, una vez finalice, dará a conocer al ganador de la elección.
Sin embargo, los dos partidos hicieron caso omiso de la orden del Tribunal: dieron inicio a sus respectivas fiestas de celebración y cada uno se declaró ganador de la contienda. En cierto sentido, tanto Arena como el FMLN tienen motivos para celebrar: en esta segunda vuelta, ambos incrementaron su caudal de votos. Arena logró revertir los resultados adversos de la primera vuelta para llegar prácticamente a un empate. Y ambos también pueden celebrar la mayor participación de votantes, que ha supuesto un incremento aproximado del 11% respecto a los registrados el 2 de febrero. Pero lo que todavía no pueden celebrar es haber llegado a la Presidencia de la República.
Hay que esperar, con paciencia y madurez, el resultado definitivo que anuncie el Tribunal Supremo Electoral. Y hacemos un llamado a que ambos partidos, tanto en las cúpulas como en las bases, acepten el resultado, les favorezca o no. En una democracia, cada voto vale, y en esta ocasión serán muy pocos los que separarán al ganador del perdedor. Nuestra ley afirma que gana una elección quien obtiene la mitad más uno de los votos. Por ende, por respeto a la ley y a la democracia, habrá que aceptar a ese ganador y reconocer la legitimidad de su autoridad ganada en las urnas, aunque los votos de diferencia sean muy pocos. No es el momento para más conflictos ni para anuncios temerarios; es tiempo de prudencia, de búsqueda de entendimientos y de demostrar que tenemos un verdadero espíritu democrático.
El profesionalismo que ha mostrado el Tribunal Supremo Electoral en este proceso es una garantía de que el escrutinio final se hará debidamente, con transparencia y basado en el principio de respeto a la voluntad popular. No obstante, sin que esto implique dudar de la capacidad y ética del Tribunal, recomendamos que el escrutinio final se haga con la presencia de observadores confiables de ambos partidos, para que den testimonio del resultado y puedan aceptarlo con facilidad. Es importante para El Salvador y su futuro democrático evitar que quede cualquier tipo de duda sobre el resultado de esta elección.
Ahora bien, independientemente de cuál sea el resultado final y de quién sea proclamado ganador, esta elección en segunda vuelta nos muestra a una población dividida en dos. Y este hecho no debe perderse de vista. Quien sea elegido Presidente de la República deberá tener en cuenta este apretado resultado y gobernar para la totalidad de los salvadoreños. Deberá buscar caminos de entendimiento con la otra fuerza política mayoritaria para juntos buscar el camino hacia tiempos de paz, justicia y desarrollo en todos los niveles.
Este resultado puede convertirse en una oportunidad para El Salvador, ser clave para alcanzar lo que no se ha podido en décadas. Alcanzar un entendimiento básico entre las fuerzas políticas que permita la consecución de un proyecto común, un plan nacional de desarrollo inclusivo y sustentable que señale las grandes líneas por las que se regirá la construcción del futuro, sin excluir a nadie, para convertir a El Salvador en el país que todos anhelamos. Vienen momentos muy importantes. Ojalá que todos sepamos mantener la calma para esperar y aceptar los resultados definitivos. Una vez termine el escrutinio final, la tarea será apoyar con madurez y patriotismo al ganador, y exigir el entendimiento entre todas las fuerzas políticas en aquellos aspectos fundamentales para el futuro del país.