La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) publicó recientemente el resultado de una investigación sobre la situación del empleo en la región. Aunque las conclusiones son generales, la mayoría de ellas nos atañen directamente o nos sirven de advertencia. Algo es claro: cuidar el empleo y mejorarlo después del deterioro causado por la pandemia son claves para la recuperación y el desarrollo. Tanto el Estado como la empresa tienen una seria responsabilidad en la protección y promoción del empleo y el salario digno. Aunque el trabajo y el capital deben tener una relación complementaria, el primero es siempre prioritario sobre el segundo, porque el trabajo es una realidad profundamente humana, no instrumental. Por esa razón, la empresa debe tener una valoración y visión ética del trabajo, y el Estado una regulación que obligue, de diversos modos, a la retribución digna del trabajo e impida cualquier tipo de explotación o abuso.
Lo primero que la Cepal advierte es que el débil crecimiento económico de 2019 y la escasa generación de empleo hicieron que América Latina entrará en el año 2020 con una clara debilidad. La irrupción de la pandemia golpeó severamente el empleo, especialmente en la pequeña empresa y en el sector informal. El aislamiento y el distanciamiento social, indispensables para la protección de la vida, impusieron nuevas formas de trabajo que no en todas las áreas se han podido desarrollar adecuadamente. El teletrabajo, el trabajo con horario escalonado y las garantías de salario completo en casos de enfermedad o de inactividad forzada se han implementado en algunas empresas grandes o medianas estables. Pero la pequeña empresa y el trabajo informal han entrado en una severa crisis. A esto se añade el hecho de que en El Salvador prácticamente dos terceras partes de los trabajadores carecen de prestaciones de protección social y no existen ayudas por desempleo.
Además, si bien las empresas grandes salvadoreñas tienen mayor facilidad para implementar el teletrabajo y escalonar la presencia de sus empleados, la mayoría de pequeños negocios y empresas carecen de capacidad para cumplir adecuadamente los protocolos de retorno a las labores. El teletrabajo puede realizarlo, en el mejor de los casos, solo un 25% del sector formal. Por otra parte, el crecimiento de los contagios y la saturación de los hospitales, así como el enfrentamiento entre la Presidencia de la República y la Asamblea Legislativa, aumentan la dificultad de retornar al trabajo de un modo seguro. Pero el covid-19 ha venido para quedarse y el regreso al trabajo no puede posponerse demasiado. En ese sentido, el Estado debe tener una propuesta más clara que la habida hasta el presente.
En primer lugar, debe haber una ley de apoyo al trabajo clara y adecuadamente financiada, que incluya algunas normas especiales. Ante el hecho de que algunas empresas estarán tentadas a despedir personal, es mejor garantizar la posibilidad de reducir el tiempo de trabajo, al menos temporalmente, siempre que el costo salarial de dicha reducción no sea asumido solo por el trabajador. El trabajador, la empresa y el Estado deben cargar en conjunto con ese costo. En segundo lugar, debe avanzarse hacia la formalidad laboral y establecer un seguro de desempleo universal. El diálogo social y la negociación colectiva deben ser parte de este proceso. En tercer lugar, debe implementarse una reforma fiscal que permita avanzar en la construcción de un Estado con mayor dimensión social, capaz de dar subsidios a la micro, pequeña y mediana empresa para la reactivación del trabajo. Finalmente, para vencer la amenaza de una multiplicación de la pobreza y el hambre, se tiene que implementar un sistema de prestaciones no contributivas para desempleados o trabajadores informales, y apoyar la producción agrícola y al campesinado
Empleo, trabajo y salario decente son bases ineludibles para el desarrollo en justicia y paz, al igual que la colaboración entre Estado, empresa y sociedad civil. Ningún Gobierno puede sacar adelante un país si no se dan condiciones dignas de trabajo, fruto de la cooperación y el diálogo. Históricamente, El Salvador ha tenido serios déficits en el campo laboral. Por ello, volver a lo que había antes no es solución. Es tiempo de cooperación, no de pleito político. Toca repetirlo una vez más: ante las crisis sanitaria y económica, no hay más camino que el diálogo y la búsqueda de consensos.