Cuando un barco se acerca peligrosa y directamente hacia otro, se dice que lleva rumbo de colisión. La advertencia suele ser casi inmediata, pues a las naves de gran calado les cuesta virar con rapidez. Los países son como barcos grandes: no pueden cambiar de dirección con celeridad. Por eso deben planificar concienzuda y anticipadamente su rumbo histórico y su futuro. Y dado que los procesos electorales suelen ser momento en que los partidos políticos marcan y ofrecen a la población la direccionalidad del Estado en los siguientes años, conviene preguntarse qué rumbo llevamos como país. ¿Caminamos hacia un desarrollo armónico o avanzamos hacia una mayor crisis, hacia choques sociales permanentes? Recorrer brevemente algunos aspectos de nuestra realidad puede dar la respuesta.
El Salvador está a punto de perder el bono demográfico sin haberlo aprovechado adecuadamente. Algunos expertos afirman que a partir del año 2030 habrá más niños y ancianos que personas en edad laboral. Por tanto, será más difícil mantener a la población que no trabaja, especialmente a los ancianos por la escasa cobertura del sistema de pensiones y las mensualidades de hambre que acaban obteniendo los afiliados a las AFP. Por otra parte, en el país se talan más árboles de los que se siembran. La deforestación aumenta la erosión, y el calentamiento global, con el aumento del nivel del mar y con la agudización de los fenómenos climáticos, reducirá el territorio nacional y nos expondrá a mayores desastres.
En tercer lugar, la desigualdad, la pobreza, la corrupción y la criminalidad, cuatro fenómenos estructuralmente interrelacionados, siguen siendo muy altos. Nuestros recursos son pocos porque la carga tributaria es baja, regresiva y golpea más a los de menos recursos. A ello se suma una deuda creciente y la escasa productividad de nuestros trabajadores, característica de los países con bajos niveles educativos. Y para colmo, la institucionalidad es débil y los políticos de oficio son mal vistos por una amplia proporción de la ciudadanía. ¿Es posible marcar un rumbo positivo para salir de estos problemas? Los partidos afirman que los solucionarán.
En general, mencionan que van a mejorar la educación, la productividad, el cuidado ambiental, el respeto a la mujer, la seguridad, etc. Pero ninguno presenta una plan claro de cómo hacerlo, en qué tiempo y con qué recursos. En un país como el nuestro, con baja inversión en desarrollo humano, no será posible resolver la mayoría de los problemas señalados sin una reforma fiscal seria y progresiva, un tema tabú en la propaganda electoral. Las promesas son abundantes y apuntan alto, pero los medios para hacerlas realidad se desconocen. Se crea de esa manera mayor desconfianza ciudadana, cuando ya la población está escarmentada y cansada de falsas promesas. Hacer las cosas con los mismos recursos y medios no conducirá a un cambio de rumbo. El futuro viene cargado de problemas y exige con urgencia soluciones y medidas de prevención.
Algunos partidos han presentado ya su programa de gobierno. En los documentos, expresan buenos deseos, pero no se dan los plazos para llevarlos a cabo, ni se mencionan costos, mucho menos los modos operativos para solucionar los problemas. Por poner un ejemplo: sobre la necesidad básica de mejorar estructuralmente la educación, cabe formular la siguiente pregunta: ¿cuántos colegios y cuántas guarderías infantiles se construirán, a qué costo y con qué dinero? No hay respuesta. Las intenciones sin medios para llevarlas a cabo no hacen más que recordarnos la vieja frase de la gente piadosa: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Continuamos, pues, en rumbo de colisión.