Todos contra la violencia

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Editorial UCA
26/11/2019

La violencia es la peor forma de relación entre los seres humanos, pues denigra y deshumaniza. Quien la ejerce se embrutece a sí mismo al sustituir razón por fuerza con el fin de imponer su poder o dominio sobre los demás, o expresar odio o desprecio hacia otros. Cuando es sistemática y se ha naturalizado en el cuerpo social, debe ser considerada una enfermedad a combatir y erradicar tanto personal como colectivamente. Así lo ha propuesto la Agenda 2030 de las Naciones Unidas en su Objetivo de Desarrollo Sostenible 16, “Promover sociedades pacíficas, justas e inclusivas”, y en el 5, que plantea la equidad de género y promueve la eliminación de toda forma de violencia contra niñas y mujeres. Y esto último no es gratuito.

Las niñas y las mujeres son las principales víctimas de la violencia. Ellas son agredidas en sus casas, en las calles, en el trabajo, en muy diversos ámbitos de la vida en sociedad. Los datos de esta dinámica en El Salvador son alarmantes. En un año, 332 feminicidios; seis mil denuncias de violencia sexual y más de ocho mil de violencia física; una de cada 6 mujeres ha sido víctima de violencia sexual en la escuela. Los expertos de Naciones Unidas afirman que la violencia contra mujeres y niñas es una de las violaciones a derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual, sobre la que apenas se informa debido a la impunidad de la que disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas.

Por ello es urgente levantar la voz, poner en marcha acciones contra este mal tan arraigado y ofrecer una educación que promueva relaciones armoniosas, basadas en el respeto irrestricto a la dignidad de la persona y en el uso del diálogo para dirimir diferencias. Aunque son muchas las organizaciones que trabajan en ello, es necesario intensificar y ampliar los esfuerzos si de verdad se quiere acabar con este flagelo. Una primera tarea, y quizás la más difícil, es erradicar el machismo que justifica y naturaliza el dominio de los hombres sobre las mujeres; el machismo que delimita y define ámbitos de actuación y roles según género. Tal y como lo afirma el secretario general de Naciones Unidas, “la violencia sexual contra las mujeres y las niñas tiene sus raíces en siglos de dominación masculina”; una dominación a la que es tiempo de poner fin.

Si queremos hacer un bien a nuestra sociedad y cambiarla radicalmente, debemos convertirnos todos y todas en activos militantes contra cualquier forma de violencia, situando en primer plano la que se ejerce contra mujeres y niñas. Hacer de ello una tarea diaria, mostrando tolerancia cero a todo tipo de abuso y agresión, provenga de donde provenga, es un reclamo de este El Salvador tan lleno de víctimas.

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