Transfigurar el país

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Editorial UCA
08/08/2019

En su homilía del 6 de agosto, y en la mejor tradición de monseñor Romero y de los profetas, el arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, iluminó con la Palabra de Dios la realidad que vive el pueblo salvadoreño. Y es que, como dijo san Óscar Romero, “la Iglesia no puede callar ante (…) injusticias del orden económico, del orden político, del orden social”. A la luz de la fe, monseñor Escobar Alas proclamó que escuchar al Señor es cumplir su voluntad, y eso significa actuar conforme a la justicia y la verdad, porque solo por ese sendero llegaremos a la paz social. Utilizando el lenguaje del Evangelio, monseñor dijo que hay que transfigurar a El Salvador.

El arzobispo hizo un llamado explícito a los diputados a que, primero, no privaticen el agua. Escobar Alas sabe que aunque los discursos digan lo contrario, dar poder de decisión sobre el destino del agua a representantes de la empresa privada llevará, tarde o temprano, a privatizar el líquido. En esta línea, les pidió que aprueben una ley que verdaderamente garantice el acceso al agua a todos los salvadoreños. En segundo lugar, los conminó a que no aprueben la reforma constitucional al artículo 105, que despojará a los campesinos de sus tierras, profundizando la pobreza que ya padecen. Y en tercer lugar, luego de calificar como injusto y perverso al sistema de pensiones porque condena a los jubilados a la miseria, les pidió a los legisladores realizar una reforma justa, con una administración que beneficie a los trabajadores, no a terceros, como sucede en la actualidad.

Monseñor Escobar Alas también levantó su voz ante los problemas estructurales que están a la base de la migración forzada. La pobreza y la violencia fratricida obligan a quienes las padecen a poner en riesgo su vida, y esto no es voluntad de Dios, sino producto de la idolatría del dinero que tantas veces condenó monseñor Romero, dijo el arzobispo. En este contexto, también señaló al sistema tributario como “extremadamente injusto”, porque hace que los que tienen menos estén obligados a pagar más.

En definitiva, el arzobispo dejó claros los temas que deben ser prioridad en la agenda pública: reconocer el derecho humano al agua y aprobar una ley que evite su privatización; no aprobar la reforma al artículo 105 de la Constitución; reformar el injusto sistema de pensiones para que beneficie a los trabajadores; reformar el sistema tributario para que sea progresivo; y trabajar por erradicar la pobreza y la violencia, los males que están a la base de la migración forzada. Cinco acciones que transfigurarían al país. Un cambio que, para el arzobispo, es posible debido a que la pobreza, la desigualdad y la violencia son reversibles. Grandes tareas, sí, pero definidas desde la esperanza de que aún es posible construir una nueva sociedad.

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