Un diálogo sincero y honesto

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Editorial UCA
31/03/2014

Una vez resueltas las demandas electorales, tanto en el Tribunal Supremo Electoral como en la Sala de lo Constitucional, fue proclamada ganadora de la elección presidencial la fórmula del FMLN. No hizo falta mucho tiempo para que Arena, la ANEP y los países que estaban recelosos de la victoria del Frente aceptaran finalmente los resultados de la elección del 9 de marzo. Poco después, Salvador Sánchez Cerén, ya como presidente electo, repitió el discurso que ha mantenido desde la campaña electoral y desde que se conoció que su partido había obtenido el mayor número de votos en la segunda vuelta. Señaló, con mucha claridad, su deseo de establecer un diálogo para buscar acuerdos de nación, de trabajar con todas las fuerzas políticas, sociales y económicas para elaborar una agenda de país que permita enfrentar los grandes problemas que tenemos.

Tanto Sánchez Cerén como Ortiz tienen gran experiencia en el diálogo, y es claro que saben a qué se están comprometiendo cuando ofrecen un espacio de entendimiento con la oposición política y con los sectores productivos del país. Todo apunta a que ese deseo es firme y que no se escatimarán medios para lograrlo. Eso quedó de manifiesto cuando se anunció que el primer funcionario designado del nuevo Gobierno, en calidad de Secretario para el Diálogo Político, Económico y Social, es Francis "Hato" Hasbún, actual Secretario de Asuntos Estratégicos. Hasbún es un hombre reconocido por sus capacidades para el diálogo y la negociación, alguien que supo encaminar y fortalecer las relaciones entre el FMLN y el presidente Funes, y que ha resuelto con éxito los conflictos sociales durante este quinquenio presidencial.

Sin embargo, a pesar de sus muestras de buena voluntad y de lo mucho que ha insistido en que el diálogo es necesario para el bien de El Salvador y el camino más rápido para posibilitar la construcción de un modelo propio de desarrollo, Sánchez Cerén no ha logrado disminuir los recelos de un amplio sector de la empresa privada. En respuesta a su invitación a conversar, la empresa privada de la ANEP, en voz de su presidente, Jorge Daboub, expresó desconfianza y exigió que el diálogo sea sincero y honesto. Ciertamente, la apertura, la sinceridad y la honestidad son actitudes básicas para llegar a un verdadero diálogo. Pero han de ser todas las partes las que asuman estas tres actitudes fundamentales si se quiere que el proceso sea constructivo y rinda frutos. El diálogo requiere paciencia, disposición a escuchar y a entender las posiciones de todos los interlocutores. El verdadero diálogo puede llevar a matizar e incluso a cambiar las posturas propias, para construir algo nuevo con el concurso de todas las partes.

Y estas actitudes fundamentales han estado prácticamente ausentes en los intentos de diálogo entre el Gobierno y la empresa privada. Los esfuerzos para un diálogo político, económico y social que se han hecho hasta ahora han tenido resultados muy escasos, incluso se puede decir que en cierto modo han fracasado. El último esfuerzo de entendimiento intersectorial fue el Consejo Económico y Social, que finalmente no dio los frutos esperados. Pero buena parte de ese fracaso se debió precisamente a la posición de la ANEP, que ha mostrado poca capacidad de diálogo, que nunca aceptó a los representantes de los sectores sociales ni vio la necesidad de conversar con ellos. En el fondo, la ANEP nunca creyó que el diálogo en el seno del Consejo podía ser beneficioso para sus intereses.

Es vital que el que ofrece Sánchez Cerén a todos los sectores del país, incluyendo a la oposición y a la empresa privada, sea un diálogo abierto, sincero y honesto. Pero no debe perderse de vista que eso debe ser compartido por todos los involucrados. En temas políticos, económicos y sociales, no se puede exigir a una parte lo que la otra no está dispuesta a dar. La ANEP no solo debe exigir al nuevo Gobierno que tenga estas actitudes, que son fundamentales, sino que debe también hacerlas propias. Lo que vemos desde la sociedad civil es que, hasta ahora, la ANEP, como representante de la empresa privada, no ha demostrado una actitud dialogante, no ha sido capaz de cambiar sus posturas y asumir las demandas de otros sectores, que son legítimas y necesarias para la construcción de un país inclusivo, justo y sustentable. Señores de la ANEP, es necesario que también ustedes se muestren dialogantes, sinceros y honestos.

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