Un Estado y una sociedad austeros

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Editorial UCA
18/08/2014

La austeridad es una actitud que lleva a usar los recursos de manera racional, sin despilfarros ni lujos, a vivir con modestia y sin ostentaciones. La persona austera usa solo lo que necesita, es rigurosa en sus hábitos, evita gastos innecesarios, busca equilibrio en su vida bajo el principio de que es más importante ser que tener. Ahora bien, la austeridad es una virtud cristiana cuando se practica no con el fin de ahorrar para acumular, sino por convicción, porque nos hace plenos, libres y nos permite ser solidarios y compartir con los demás, especialmente con los pobres y necesitados. Pero no solo el cristianismo nos invita a vivir con austeridad.

La mayoría de estudiosos del medioambiente, los que se preocupan por la conservación y cuidado de la naturaleza, continuamente exhortan a practicar la austeridad. En este siglo XXI, a menos que queramos acabar con la Tierra en unas pocas décadas, la austeridad es una necesidad para la humanidad. Nuestro planeta no soporta el nivel de vida y de consumo que en promedio tienen las naciones más desarrolladas. Si todos viviéramos así, se requeriría dos planetas como la Tierra para satisfacer las necesidades de la población mundial. Lógicamente, eso no es posible. Y la falta de austeridad ha generado ya una crisis medioambiental sin precedentes en la historia humana. Pese a ello, los países ricos no están dispuestos a moderar sus altos niveles de vida. El actual orden mundial pretende que los países no desarrollados sigan viviendo en la pobreza para que no compitan por los recursos del planeta y no se agudice la crisis medioambiental. Así, se les pide a los pobres que sigan siéndolo o que sean austeros, mientras en el Primer Mundo se despilfarra constantemente y se vive con lujos absurdos e inalcanzables para el resto de la humanidad.

Algo parecido ocurre en El Salvador. Muchas voces llaman al Estado a la austeridad, lo que en sí mismo podría resultar beneficioso para nuestra sociedad. El problema radica en quiénes hacen el reclamo y qué tipo de austeridad pretenden. Para hablar de austeridad, hay que tener autoridad moral, y no gozan de ella los grupos o individuos que se han caracterizado por aprovecharse de los recursos del país para su enriquecimiento personal. Tampoco tienen autoridad para hablar de austeridad los que despilfarraron los recursos del Estado cuando estuvieron en el poder, ni los que viven con toda clase de lujos y ostentaciones. Los que reclaman austeridad a los demás deben practicarla, esto es, predicar con el ejemplo. No hay compromiso con la austeridad cuando solo se recomienda a los demás.

Tampoco es aceptable que se pida al Estado más austeridad si eso supone disminuir sus recursos para superar el déficit fiscal y recortar los servicios que provee a la sociedad. No es esta la austeridad que el Estado salvadoreño necesita. Se requiere un Estado fuerte, capaz de ofrecer mejores servicios, especialmente en beneficio del desarrollo y de la mejora de las condiciones de vida de la población más pobre. El nivel de pobreza es alto, afecta a más del 30% de salvadoreños, y esta población necesita del apoyo estatal para acceder a los servicios básicos de educación y salud, para tener una vivienda y para vivir con seguridad y tranquilidad. Y para eso se requiere que el Estado tenga más recursos disponibles y que, por supuesto, los administre con responsabilidad y eficiencia.

La austeridad que necesita El Salvador es una que lleve al mejor uso posible de los recursos de los que dispone el Estado, y que estos se pongan exclusivamente al servicio de la población. El Estado debe ser austero en el modo en que usa los recursos y en el destino que le da a estos. Los funcionarios públicos, todos, deben tener claro que los recursos públicos no les pertenecen, que no pueden hacer con ellos lo que les antoje; son recursos sagrados, para el pueblo y del pueblo. La austeridad estatal en un país pobre, donde hay tantas necesidades por satisfacer, debe enfocarse en disminuir todo gasto superfluo, prohibir lujos y despilfarros, y utilizar todos los recursos en lo que realmente es necesario y urgente para la mayoría de la población. Los altos salarios, los carros de lujo, las celebraciones fastuosas, los viajes injustificados, el exceso de funcionarios públicos, la ineficiencia y la burocracia deben parar ya. Esto si de verdad el Estado pretende servir al pueblo y trabajar por su desarrollo.

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Anónimo
18/08/2014
23:25 pm
Mejor imposible como se enfoca nuestra triste realidad.Señores funcionarios públicos ya basta de abusar y de despojar de los recursos que le pertenecen al pueblo. Si quieren vivir una vida de lujos que salga de sus propios bolsillos, como dicen \"el que quiere celeste que le cueste\". Oigan el clamor del pueblo pobre, que sufre para poder sobrevivir cada día, ante tantas injusticias. Todos tenemos derecho a una vida digna, no tengan el corazón de piedra. YA BASTA.-
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Anónimo
18/08/2014
13:36 pm
Excelente artículo, mejor no se puede. solo asi podremos avanzar en este país que se lo merece.
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