Un presupuesto antidemocrático

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Editorial UCA
09/11/2012

La Asamblea Legislativa, en la plenaria de este jueves 8 de noviembre, aprobó el Presupuesto General de la Nación 2013 prácticamente sin modificar el proyecto de ley presentado por el Ministerio de Hacienda. La aprobación ha sido atípica por varias razones. En primer lugar, y quizás la más importante, se dio sin discusión previa y sin el dictamen correspondiente de la Comisión de Hacienda de la Asamblea. Esto se aparta del procedimiento normal y riñe con los mínimos de un sistema que se pretende democrático. El Presupuesto es una ley de la República de fundamental importancia para la marcha del país; por tanto, debe ser sometido a un debate parlamentario previo. Por poco que les guste a algunos de nuestros políticos, la verdadera democracia obliga a oír las opiniones de los partidos representados en la Asamblea Legislativa, tanto las que están a favor de una determinada ley como las que disienten. Esta práctica, que debería ser habitual, no puede ser eliminada al antojo de uno o varios partidos, ni de la presidencia del Legislativo.

Aunque —como es usual— ya se hubieran negociado previamente los votos para la aprobación del Presupuesto del próximo año, no debería haberse impedido el debate previo a la votación de la ley. Hacerlo a posteriori no tiene más sentido que pretender justificar lo ya hecho. El debate previo habría permitido oír y responder los cuestionamientos sobre el Presupuesto y aportar más información sobre el mismo. De la manera en que se aprobó, es una caja negra; y no hubo modo de que se aclararan las dudas que su formulación ha generado. Si este modo de proceder se vuelve habitual, se habrá perdido un espacio de debate que es esencial para el desarrollo de una verdadera cultura democrática.

La segunda circunstancia atípica en la aprobación del Presupuesto es que se haya alcanzado con los votos de cuatro diputados de Arena. En nuestro país, los partidos les exigen estricta disciplina a sus diputados a la hora del voto, de modo que lo habitual es que todos los diputados de un partido voten de la misma forma. Y por supuesto, la disidencia al interior de las bancadas es muy poco tolerada. Algo que se confirma con la rápida decisión de Arena de expulsar de inmediato a los cuatro diputados que dieron sus votos a favor del Presupuesto. Un ejemplo más, pues, del espíritu antidemocrático al interior de los partidos políticos. Estos deberían estar abiertos a que en determinados asuntos algunos de sus diputados tengan opiniones distintas a las de la cúpula dirigente y voten según su conciencia. Lo que sería congruente con el nuevo modo de elección directa.

El voto por fotografía debería traducirse en libertad de voto de los diputados cuando consideren que la posición de su partido no responde a los intereses de los electores. La libertad en el ejercicio del voto parlamentario es un paso hacia la profundización de la democracia al que no se debe renunciar. Además, es una contradicción evidente que Arena, un partido que se entiende a sí mismo como el paladín de la libertad individual y la democracia, sea tan autoritario hacia su interior. También es antidemocrático que el presidente de la Asamblea Legislativa cuente con la anuencia de la mayoría de los partidos para eliminar el debate previo a la aprobación del Presupuesto. La sociedad civil no debería dejar pasar sin crítica estos autoritarismos, que se manifiestan tanto en el modo de operar de la Asamblea Legislativa como también en el modo en que los partidos eligen a sus candidatos, se niegan a realizar elecciones internas y expulsan a los que disienten públicamente de las posiciones de los directivos.

Tal y como se han hecho las cosas, no es desatinado decir que el de 2013 es un presupuesto antidemocrático. Su aprobación ha puesto en evidencia una vez más las actitudes antidemocráticas de los partidos políticos y de la misma Asamblea Legislativa. Una vez más, debemos reprobar la actuación del órgano legislativo, que tan fácilmente olvida que ha sido elegido por el pueblo para representarlo, servirlo y rendirle cuentas.

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