Un siglo de desigualdad

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Editorial UCA
29/10/2018

La desigualdad en El Salvador es un mal histórico. El desarrollo nunca ha sido equitativo, nunca ha llegado a todos de la misma manera. En el último Encuentro Nacional de la Empresa Privada, un ponente proveniente de la banca internacional dijo que la desigualdad en el país es igual a la de hace cien años. A lo largo de un siglo, pues, no hemos sido capaces de cerrar la brecha entre quienes más tienen y quienes menos poseen. Y el tema apenas se plantea en los foros públicos, como si fuese tabú. En general, se prefieren los insultos a los datos.

Hay desigualdad en el acceso al agua, pero no hay voluntad clara de lograr que todos los hogares salvadoreños tengan agua corriente, tanto para beber como para saneamiento. La situación es tan compleja y las soluciones planteadas tan propicias a aumentar dicha desigualdad que el arzobispo de San Salvador, en su homilía de acción de gracias por la canonización de monseñor Romero, no dudó este domingo en calificar de homicida el interés de algunos sectores de privatizar el derecho al vital líquido. Por otro lado, las pensiones solamente cubren a una quinta parte de los mayores de 60 años, pero los esfuerzos de generalizarlas o no reciben respuesta, o son instrumentalizados por parte de los políticos. También hay desigualdad en los salarios, la salud, la educación… en todos aquellos derechos indispensables para alcanzar una vida digna.

Sin embargo, no se habla de ello, y menos en el contexto de las elecciones. Tampoco se habla con seriedad de la reforma fiscal indispensable para avanzar hacia un desarrollo equitativo. Un país con cien años de desigualdad grave está abocado a sufrir conflictos sociales. La migración es el resultado de una situación en la que las diferencias económicas y sociales crean un clima de violencia insoportable. Y por eso muchos prefieren un trabajo duro en un país con una lengua, unas costumbres y una filosofía de vida diferentes. E incluso les da lo mismo la xenofobia de algunos líderes del Primer Mundo, porque al fin y al cabo ese racismo no les impide ganar un salario al menos siete veces superior al que obtendrían quedándose acá.

Es difícil pensar que el pueblo salvadoreño aguante otros cien años de desigualdad. En el siglo XX hubo un intento de alzamiento de los pobres que terminó con el genocidio de 1932. Casi cincuenta años después, y en medio de una represión brutal de toda reivindicación económica y social, estalló la guerra civil que todavía lamentamos, plagada de horribles crímenes y con una larga secuela de mentira e impunidad. El hecho de que los políticos no aborden la desigualdad y no se propongan llegar a acuerdos comunes que establezcan el rumbo hacia un desarrollo equitativo ofrece un panorama desesperanzador.

Mientras permanezca intacta la centenaria desigualdad que sufre nuestra sociedad, la muerte, la violencia, el desconsuelo, la migración y el odio a los políticos continuarán creciendo. Y eso en un pueblo con una larga tradición de valores solidarios, encarnada en san Romero y en un gran número de salvadoreños que dedicaron su vida en beneficio de los más pobres. Escuchar esas voces y esa tradición solidaria debe conducirnos, sin lugar a dudas, a tocar el tema de la desigualdad en los debates electorales y en la planificación de un futuro común. Es indispensable iniciar el combate contra el flagelo mediante una legislación específica, para luego emprender un plan de inversión y de acción capaz de transformar las débiles redes de protección social, convirtiéndolas en verdaderas instituciones al servicio del desarrollo.

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Anónimo
04/11/2018
18:13 pm
Antes q nada quiero felicitar al filosofo q publico este articulo. Tenes razon: No Nos Gusta este lugar p vivir con nuestra family pero la verdad es q si hay oportunidades para los q quieren trabajo!!! . Todo lo demas, vale pura chachara!!!
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