Después de escuchar el discurso de toma de posesión de Salvador Sánchez Cerén, es difícil no sentir ánimo y esperanza; de caminarse por las vías que el Presidente señaló, sin duda el país empezará a escribir otro capítulo de su historia. El nuevo mandatario, más que hacer promesas, definió el modo en que quiere gobernar, los grandes principios de su gestión, y eso es mucho más importante que definir de entrada las metas a alcanzar. Se ha comprometido con claridad a gobernar para profundizar la democracia, con apertura y respeto a la pluralidad, buscando la concertación con todas las fuerzas, promoviendo la justicia social y el desarrollo económico en beneficio de toda la población.
Es importante destacar cómo Sánchez Cerén asume esos compromisos: con humildad y el respaldo de muchos años de lucha por la democracia y la justicia. Quiere ser el Presidente de todos los salvadoreños, tanto de los que viven en el territorio nacional como de los que emigraron; tanto de los que votaron por él como de los que no lo hicieron. Quiere gobernar con honradez, austeridad, eficiencia y transparencia, cuatro principios esenciales para un servidor público, pero también para un país donde el ejercicio del poder ha destacado por lo contrario. Sánchez Cerén fue enfático al insistir en que no permitirá la corrupción ni el despilfarro de los bienes públicos, refiriéndose a estos como "bienes sagrados" del pueblo que deben servir exclusivamente para su desarrollo y bienestar.
El nuevo Presidente es realista, sabe muy bien en qué situación está el país, conoce las dificultades que enfrenta en materia económica, fiscal, de seguridad pública. Está al tanto de las agudas desigualdades entre los salvadoreños y de los obstáculos que muchos compatriotas enfrentan para simplemente sobrevivir. La situación es compleja, pero parece estar decidido a trabajar en la solución de los problemas nacionales, poniendo lo mejor de sí para que El Salvador avance hacia un mayor desarrollo. Y está consciente de que esta tarea no es posible culminarla con éxito sin el apoyo de todos los sectores de la sociedad; no en balde hizo, en repetidas ocasiones, un llamado a todos los actores para trabajar unidos.
Salvador Sanchez Cerén también ha dejado claro que su Gobierno trabajará por la justicia social, y que en ella se fundamentarán los principios éticos y el sentido de su gestión. Por ello, promoverá un desarrollo económico que vaya de la mano del social, lo que supone impulsar la producción y generar empleos dignos, con salarios justos, y respetar los derechos laborales; invertir en la gente para potenciar las capacidades de un pueblo trabajador y emprendedor. La justicia social es una de las principales deudas de la sociedad salvadoreña y es el anhelo de la mayoría.
La justicia social supone el absoluto respeto a la igual dignidad de todas las personas, la plena vigencia de los derechos humanos, la igualdad de oportunidades, la equitativa distribución de los bienes y la posibilidad de que cada salvadoreño pueda realizar su proyecto de vida. Trabajar por la justicia social implica edificar una sociedad que no margine a nadie, que se preocupe de los más vulnerables y que busque el bien común y el bienestar de todos sus miembros. La justicia social es diametralmente opuesta al capitalismo salvaje que se ha adueñado del mundo y que busca la máxima ganancia en base a la explotación de los trabajadores y la especulación financiera.
Como profesor, Sánchez Cerén conoce de primera mano la importancia de la educación en el desarrollo de un pueblo, y ha señalado que la reforma educativa y una mayor inversión en el sector serán pilares para garantizar el futuro del país. Ofrecer más oportunidades educativas a la juventud y animarla a soñar en grande y a ser parte de este proyecto llamado El Salvador son signos inequívocos del modo en que el nuevo Gobierno desea trabajar para la prevención del crimen y la violencia. En esta línea, es muy buena señal que el Presidente se haya comprometido a ponerse al frente del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana, y a combatir la delincuencia en todas sus formas, fortaleciendo las instituciones que deben enfrentar el crimen y facilitando la rehabilitación de los delincuentes en los centros penales por medio del trabajo. Está consciente de que la situación de la criminalidad requiere de un acuerdo de país y atacar sus causas estructurales.
Por otra parte, Sanchez Cerén no olvidó mencionar la necesidad de reconciliación de la familia salvadoreña y la deuda moral con los desaparecidos y con la verdad. Su deseo es que acabe la historia de dolor y sangre, y que desaparezcan la injusticia, el odio y el miedo de El Salvador; nobles deseos que compartimos la mayoría. Como compartida es también la convicción del nuevo Presidente de que hay lugar para todos, de que este debe ser un país donde nadie se quede fuera. Este llamado no debe pasar desapercibido; las distintas fuerzas sociales no pueden hacer oídos sordos. La oferta a todos los sectores para ser parte de la construcción del futuro de El Salvador está hecha; no hay excusas para no aceptarla. Desde la UCA, deseamos que el estilo de gobernar descrito por Salvador Sanchez Cerén sea una realidad. Estamos seguros de que, de cumplirse, El Salvador entrará a una nueva etapa de su historia.