Valores en riesgo

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Editorial UCA
19/07/2023

Tanto se estima el éxito, la comodidad, el lujo y las ventajas del bienestar que se olvidan o relegan valores más importantes como la verdad, la honestidad y la justicia, indispensables para un desarrollo social armónico y solidario. Lo común es que los liderazgos sean los más exentos de valores, aunque se refieran a ellos con frecuencia. Se privilegia la opinión del poder mientras se dificulta e incluso persigue el desarrollo de la conciencia crítica, como si la opinión de los fuertes —generalmente lo más manipulador y voluble del pensamiento humano— fuera el material más sólido para construir convivencia. La posibilidad del manejo de la opinión a través de los medios modernos de comunicación es enorme. Poner tanto los anhelos como los resentimientos individuales al servicio de intereses turbios es hoy más fácil que nunca. El individualismo consumista y narcisista se pliega rápido a la perspectiva del éxito y olvida con facilidad las responsabilidades sociales básicas del ser humano.

Lo que parece una prédica pesimista tiene su correlato en la dinámica de El Salvador. A la mayoría de la gente que accede a la educación universitaria no le importa que solamente el 10% de los jóvenes tengan la misma oportunidad. Quienes conforman el 20% de la población que vive con una comodidad semejante a la del Primer Mundo no se sienten mayormente afectados por el hecho de que un 30% de la población está en situación de pobreza. Lo normal desde el privilegio y la comodidad es dejar para el mañana el arreglo de las penas y angustia ajenas, pensando ingenuamente que a otros les corresponde arreglar el problema. Echar la culpa al Gobierno de turno es fácil para todos, en especial cuando se piensa que arreglar los problemas es siempre responsabilidad de alguien más.

El que está acostumbrado al dinero y al éxito los seguirán buscando por encima del servicio y del trabajo solidario y transformador de sistemas y estructuras injustas. Transformar la sociedad no es fácil. El odio cayó en abundancia sobre quienes querían la paz en tiempo de guerra, así como se persiguió y asesinó a los que clamaban por justicia social ante las prácticas de explotación y depredación de la fuerza de trabajo. Denunciar la corrupción y el abuso de los liderazgos políticos y sociales siempre será un riesgo. Decir que los ricos tienen mayor responsabilidad en las desgracias que sufre el país pone en alerta y casi en pie de guerra a quienes tienen riqueza y poder.

El desarrollo del país no avanzará si se opta por vías injustas y carentes de valores. El derroche, el abuso ambicioso de poderosos y ricos, la corrupción y el egoísmo individualista explican que un 30% de la población esté en pobreza y que un grupo un poco más grande sufra serias carencias que generan vulnerabilidad económica y angustia familiar. Se podrá decir que las miserias actuales son fruto del pasado. Es cierto. Pero también lo es que hoy hay matonería estatal, acoso al pensamiento crítico, fuerte resistencia de las élites a una reforma fiscal progresiva, olvido de las necesidades de los pobres, corrupción y ausencia de generosidad. Todo ello acompañado de una propaganda oficial abundante, permanente y llena de falsedades. El futuro fraterno y más igualitario que deseamos solo se podrá construir abandonando el afán de lucro, injusticia y mentira. Si no se supera la actual crisis de valores, si la solidaridad sigue siendo una palabra desconocida en la vida social y política, El Salvador continuará siendo el mismo viejo El Salvador de siempre, ese que rompe esperanzas y obliga a huir.

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