¿Verdadera democracia?

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Editorial UCA
11/06/2021

Las condenas nacionales e internacionales por las decisiones y acciones que en el país atentan contra la democracia han sido respondidas por el presidente Bukele con el argumento de que se está construyendo una verdadera democracia. La afirmación choca de frente con los hechos. Si un principio democrático tradicional es la división de poderes, el mandatario quiere tenerlos a todos a sus órdenes; si en la democracia es fundamental la independencia del órgano judicial, Bukele afirma que tiene derecho a disponer de jueces que le obedezcan; si una característica de la democracia es la libertad de prensa y de pensamiento, para el presidente es necesario acabar con todo aquello que discrepa de su discurso. En su lógica, puesto que la población votó y le dio su respaldo, todo lo que él hace es porque el pueblo así lo quiere; por tanto, no debe informar de nada, dar cuentas de nada, ni tomar en cuenta la opinión de nadie. “Sí, presidente” es la expresión distintiva de lo que Bukele entiende por democracia

Pero no está inventando nada. La comunista Alemania Oriental se denominaba República Democrática Alemana; el nombre oficial de Corea del Norte es República Democrática Popular de Corea. Es común que dictaduras y regímenes totalitarios mantengan los poderes clásicos de un Estado democrático (el poder legislativo, por ejemplo), pero otorgándoles un papel decorativo. Por cuestión de legitimidad en la escena internacional, casi todos los Gobiernos quieren ser considerados democráticos. Siria, Venezuela, Nicaragua y Cuba poseen asambleas nacionales, consejos de ministros, tribunales electorales, aunque en la realidad esas instituciones no controlan el ejercicio del poder ni sirven de contrapesos. Y por ello esos cuatro países no son considerados regímenes democráticos.

Ciertamente, la democracia formal no ha solucionado los graves problemas que afectan a los salvadoreños. Pero la verdadera democracia no se agota en derechos civiles y políticos como la libertad de votar, asociarse e informarse; incluye derechos sociales y económicos como el derecho a la seguridad, a la alimentación, a la vivienda, al agua y al trabajo digno. Es obvio que la democracia en el país no ha resuelto la vida de las mayorías. Pero de lo que se trata no es de demolerla, sino de hacerla avanzar hacia esos otros derechos indispensables para la vida. Para seguir humanizando nuestra sociedad, es necesario que se cumplan los principios fundamentales de la democracia; entre ellos, la separación de poderes, la independencia judicial y el respeto a la Constitución. La verdadera democracia no se basa en la concentración del poder en una persona o grupo, y en la ausencia de garantía de los derechos humanos. Eso, más bien, es propio de una dictadura.

 

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