El anuncio del proyecto de presupuesto nacional para el próximo año trae malas noticias. Mientras la Presidencia de la República se receta un aumento de 27 millones de dólares y se le asignan casi 53 millones más a la Fuerza Armada, a la salud se le recortan 90 millones; al Ministerio Público, más de 50; a educación, 31; y a seguridad y justicia, 15. Ciertamente, en el primer Gobierno de Nuevas Ideas hubo un sustantivo aumento del presupuesto en educación, pero en este campo siempre es necesario más. Frenar y retroceder significa atrasar el desarrollo del país. Y lo mismo puede decirse respecto a los recortes en la salud y la seguridad.
La Fuerza Armada no es tan importante para el futuro como la educación, la salud y la seguridad ciudadana. Valorarla más que a los instrumentos naturales y normales de desarrollo humano es desatinado. Aunque se pueda decir que en realidad no recibe más que una tercera parte del presupuesto de salud, no tiene justificación aumentarle tan notablemente el presupuesto mientras los rubros fundamentales descienden. Y menos si se considera que también cultura, trabajo y medioambiente experimentarán una merma.
El descenso de la criminalidad constituye una oportunidad para impulsar el desarrollo humano e invertir en una PNC que en el pasado se vio superada por la actividad delincuencial. Aún son tareas pendientes mejorar la capacidad de investigación interna, lograr un trato humano y cordial con la población, formar y capacitar para la persecución de delitos complejos, dotar a los agentes con vehículos y sistemas de comunicación adecuados. Invertir en la Policía en estos tiempos de relativa tranquilidad es la mejor manera de prevenir la violencia. Y si paralelamente se mejora la salud y la educación de la población, más fácil será avanzar en cultura de paz. Además, invertir en los jóvenes, en su salud y en su educación, es una tarea urgente dada la tendencia al envejecimiento de la población salvadoreña. Solo una población bien formada podrá enfrentar los retos de un porvenir en el que las cargas sociales serán más pesadas.
Ahora bien, no es nueva la idea del Gobierno de Nayib Bukele de recortar gastos del presupuesto de la nación para satisfacer al Fondo Monetario Internacional y obtener acceso a crédito; muchos países lo han hecho antes, trasladando así los excesos financieros del Estado al bolsillo de los contribuyentes. Es lo más fácil. Y en El Salvador se hará recurriendo a la fórmula más cómoda: que sufran más los que menos tienen. En este sentido, la famosa medicina amarga no es más que una reedición de una de las recetas típicas del capitalismo salvaje.
Los medios clásicos de mejorar las capacidades de la gente y darle mejores oportunidades de vida son la educación, la salud y la seguridad social y ciudadana. Países con problemas de desarrollo que se volvieron altamente desarrollados en la segunda mitad del siglo XX invirtieron masivamente en esas áreas. Darle más recursos al ejército mientras se recorta la inversión social y se ofrecen descuentos de renta a los grandes inversionistas no conducirá al bienestar de El Salvador.