VIH-sida, tareas a medias

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Editorial UCA
01/12/2014

En 2014 se cumplieron 30 años desde que se detectó el primer caso de VIH-sida en El Salvador. Desde entonces, según las estadísticas del Ministerio de Salud, más de treinta y un mil personas han adquirido el virus que provoca la disminución o pérdida de las defensas inmunológicas, dejando al cuerpo desprotegido ante cualquier otro padecimiento. A lo largo de estas tres décadas, mucho se ha aprendido sobre la enfermedad y no se puede negar que se han hecho esfuerzos importantes para luchar contra ella: por un lado, evitando el contagio y, por otro, atendiendo a quienes viven con el virus. También se han dado importantes avances en la educación sobre el VIH-sida: sus características, tratamiento y formas de contagio. A pesar de todo, cada día, entre cuatro y cinco personas adquieren la enfermedad.

Es evidente que aún falta mucho camino por recorrer y que no se ha logrado reducir la enfermedad de manera significativa. Esto se debe en parte a que los programas de prevención no han logrado su objetivo y a que aún existen muchos prejuicios y mitos sobre la enfermedad, que dificultan controlarla, favorecen nuevos contagios y generan actitudes de rechazo y marginación a las personas que la han adquirido. Al tratarse de una enfermedad que se transmite por medio de la actividad sexual, y debido a que la sexualidad es todavía un tema tabú en nuestra cultura, se niega el VIH-sida hasta que no hay más remedio, y la sociedad fácilmente estigmatiza a la persona que lo ha adquirido, dificultando tanto su tratamiento como el apoyo que requiere alguien que carga con una enfermedad de estas características.

Los programas de prevención son esenciales para disminuir el índice de propagación, y estos requieren de una mayor y mejor educación sexual y de un mejor conocimiento de la enfermedad. Hasta el momento, buena parte de las campañas de prevención del VIH se enfocan únicamente en la abstinencia y la fidelidad, lo cual es importante, pero es necesario ahondar sin reparos ni moralinas en la educación sexual y en todas las vías para protegerse de la enfermedad. Sin duda, avanzar en esta línea hacia una vida sexual más sana y responsable tendrá efectos positivos para combatir la propagación del VIH-sida y de otras enfermedades venéreas, pero también para disminuir los embarazos en adolescentes y fomentar la paternidad y la maternidad responsables.

Por otra parte, hay que seguir luchando con esmero contra la estigmatización social de las personas con VIH-sida. Estas deberán cargar con el padecimiento toda su vida, pero pueden sobrellevarlo si cuentan con el tratamiento adecuado y con un apoyo afectivo y moral de su entorno más cercano. Negarles ese apoyo es anticristiano y equivale a condenarlos a la marginación total. No en vano se ha afirmado que la sociedad actual trata a los enfermos de VIH-sida como en la Antigüedad se trataba a los leprosos o a los enfermos de tuberculosis. Todavía mucha gente piensa erróneamente que la transmisión del VIH ocurre al compartir utensilios o saludarse, por ejemplo.

Al celebrar el 1 de diciembre el Día Mundial de la Lucha contra el Sida, es importante hacer conciencia de la necesidad de no bajar la guardia frente a la epidemia. Esta enfermedad sigue presente en el país. Si bien será muy difícil erradicarla, es posible disminuir su impacto de manera sustancial. Para ello, el VIH-sida debe entenderse no solo como un asunto de salud pública, sino también como un problema social que requiere de un abordaje integral, que atienda los aspectos culturales que inciden en la enfermedad y que dé participación a la gente con VIH en las políticas y planes que se formulen e implementen.

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Anónimo
01/12/2014
12:41 pm
Interesante.
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