El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En El Salvador, se celebró de distintos modos. Desde foros oficiales en los que se reflexionó sobre las consecuencias de este tipo de violencia, hasta marchas que recorrieron las calles exigiendo su combate y eliminación. Todos coincidieron en que la violencia contra la mujer es una violación a los derechos humanos, una realidad penosa que produce graves daños a quienes la sufren y un patrón de conducta muy extendido que requiere atención permanente. En el país, en lo que va del año, se han contabilizado 157 mujeres fallecidas a causa de la violencia; en 2012, las denuncias por violencia intrafamiliar alcanzaron la abultada cifra de 12,312 casos.
La violencia contra la mujer es un flagelo mundial. Según la ONU, 7 de cada 10 mujeres son víctimas de actos de violencia a lo largo de su vida. En El Salvador no estamos muy lejos de estos datos; se calcula que alrededor de la mitad de las salvadoreñas sufren violencia de género. Este avance respecto al promedio mundial se debe sin duda al importante esfuerzo de las organizaciones de mujeres, que por muchos años han hecho un excelente trabajo de concienciación sobre la problemática. Gracias a su tesón y sus luchas se han alcanzado importantes logros, como la promulgación de la Ley de Igualdad, Equidad y Erradicación de la Discriminación contra las Mujeres.
Sin embargo, a pesar de los avances que sin duda se han dado en los últimos años, los datos muestran que la violencia contra las mujeres es un flagelo que sigue enquistado en la sociedad salvadoreña. Prevalece entre nosotros una actitud machista que sostiene y fomenta la agresión contra las mujeres, tanto física como sexual, psicológica y económica. A nivel mundial, la forma más común es la violencia física infligida por una pareja íntima y el abuso sexual. Por desgracia, muchas mujeres no logran darse cuenta de que son víctimas de la violencia y de que el trato que reciben de sus parejas es un abuso que no deben tolerar. Esto es consecuencia del machismo, desde el cual se cree que el varón tiene el derecho de violentar a la mujer, porque le pertenece, está a su servicio y no tiene voz propia.
Además, en nuestra sociedad es común creer que todo lo que ocurre dentro del hogar es cuestión privada y que, por tanto, no debe trascender hacia fuera. Un error grave, pues es precisamente ese ocultamiento lo que permite que la violencia intrafamiliar se dé y convierta al hogar en un verdadero infierno. La violencia intrafamiliar debe ser inmediatamente denunciada, y la denuncia ha de encontrar pronta y enérgica respuesta por parte de las autoridades para el bien de todo el grupo familiar. La violencia contra la mujer no puede justificarse bajo ningún concepto; debe ser considerada un acto criminal y, en cuanto tal, llevado a la justicia.
Ninguna mujer debe aceptar violencia, provenga de quien provenga: novio, compañero, esposo, padre o hermanos. Tampoco de los hombres en su entorno laboral o educativo. En este sentido, lo primero es ayudar a las mujeres que sufren violencia a no tener miedo, a denunciar los abusos y a recurrir a las instituciones que puedan ofrecerles una ayuda efectiva. Para ello, es importante que se creen unidades especializadas de atención a estas víctimas y que tanto en la Policía y en la Fiscalía General de la República como en el sistema judicial, los casos tengan el acompañamiento debido, incluyendo una ayuda terapéutica que permita superar el trauma, que de no sanar destruye la autoestima y genera agudas inseguridades.
Si se quiere acabar con el terrible flagelo de la violencia contra la mujer, la tolerancia debe ser nula. La sociedad no puede seguir permitiendo que se cometan actos de violencia contra las mujeres, debe decir "basta ya". Y esta lucha no es solo de las mujeres, sino también de los hombres. Todos y todas estamos invitados a participar en el combate contra la violencia de género, que traerá beneficios a la sociedad entera. Digamos "no" a toda forma de violencia y construyamos la paz en El Salvador.