La propaganda electoral creó un clima —ahora lo sabemos— profundamente irreal. Los gritos, insultos, acusaciones, terrores, intentos estúpidos de crear un clima de histeria se disolvieron automáticamente tras el triunfo electoral de Mauricio Funes. Tras esa victoria, sin embargo, también surgió un nuevo clima irreal. Parecía que la unidad nacional, entendida de un modo idílico, sería la que gobernaría al país. Un traspaso de poderes que se contempla armónico, una posición de izquierda moderada del Presidente electo y una aceptación arenera de la derrota electoral bastante serena y de sano estilo democrático favorecieron el establecimiento de una especie de balsa de aceite postelectoral.
Pero las discusiones de los últimos días en la Asamblea Legislativa y la conformación de la nueva Asamblea nos devuelven automáticamente a nuestra propia realidad. Porque Ciro Cruz Zepeda es todo un símbolo de lo poco que avanzamos. Hace tres años no faltaban los que presagiaban su total caída, al no salir electo diputado. Pero puso a uno de sus hombres de confianza al frente de la Asamblea, y ahora está de vuelta en ella como si no hubiera pasado nada. Pero sí ha pasado algo.
Que una derecha tradicional y parcialmente corrupta —porque también hay gente buena en el PCN— sea la llave de la legislación durante el mandato de Arena, no tiene por qué traer mayores problemas. Arena es una derecha en la que se mezclan factores tradicionales de corrupción, autoritarismo y cerrazón ideológica con esfuerzos de modernización política y de creación de una derecha civilizada. Basta abrir los canales adecuados de corrupción y compadrazgo, junto con ciertas coincidencias ideológicas, para lograr acuerdos rápidos con el PCN. Pero la relación con el Frente puede ser más complicada.
En efecto, las tendencias moderadoras que hoy pasan por el interior del Frente pueden llegar a acuerdos con la fracción moderada de Arena con relativa facilidad. Cuando se hablaba de una Asamblea presidida año y medio por el Frente y otro tanto por Arena, los augurios no eran malos. El tener que negociar simultáneamente con el PCN, ganguero, imprevisible a veces, dispuesto a mantener los mismos privilegios que le otorgaba Arena, crea problemas de fondo. Porque el Frente es también un partido cruzado por diversas tendencias en evolución. Desde quienes aspirarían a una izquierda basada en la honradez y en lo que llamaríamos democracia radical, verdadero Estado social y democrático de derecho, hasta otros que todavía añoran la posibilidad de una revolución y de un Estado socialista a la vieja usanza. Y entre esos dos grupos, una gran diversidad en la que se mueven algunos autoritarios de izquierda sin mayores principios y abiertos a la corrupción, los partidarios de la izquierda populista del siglo XXI y, sobre todo, mucha gente sencilla con esperanza de un verdadero cambio social.
En este contexto, conceder demasiado al PCN es peligroso para el Frente, porque lo puede dividir internamente y le puede restar eficacia social; no concederle nada es exponerse a una alianza entre los sectores más duros de Arena y ese negociador voraz y frío llamado Ciro Cruz.
La realidad salvadoreña vuelve a ser la que era después de la tormenta electoral, tan artificial y falsa, y la balsa de aceite postelectoral, convalecencia dulce después de la ebriedad del triunfo de unos y la resaca de la derrota de otros. En medio de esta realidad que avanza poco será imprescindible que la sociedad civil juegue un papel más activo e independiente, reflexivo y capaz de abrir nuevas puertas al desarrollo social. Tal vez así se conjuren mejor las amenazas de ese futuro revuelto que nos promete la composición de la Asamblea Legislativa.