Vulnerabilidad evidente

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Una de las estadísticas que corren por el mundo pone a El Salvador como el país más vulnerable del planeta. La estadística publicada no proporcionaba el detalle de todos los indicadores en base a los cuales se había realizado la medición, por lo que no se tiene constancia de que esta sea científica y precisa. Es posible, por tanto, que nuestro país no ocupe ese deshonroso primer lugar, pero ciertamente El Salvador es un país muy vulnerable, y no solo ante los fenómenos naturales, también en muchas otras áreas. Por ello, no es descabellado que la suma de las distintas vulnerabilidades nos coloque en uno de los lugares más altos de la tabla de países más vulnerables.

El Salvador es vulnerable por los altos índices de inseguridad ciudadana y por los altos niveles de exclusión. Es vulnerable ante las epidemias que temporada tras temporada hacen estragos y por la enorme dependencia de la economía internacional. Es vulnerable por la destrucción ecológica, por la contaminación del medio ambiente, y ante los fenómenos naturales. Es vulnerable por la inseguridad alimentaria, fruto de no producir los alimentos suficientes para el consumo nacional, y lo es por la impunidad reinante y por la debilidad del Estado de derecho... solo por citar algunas de las áreas donde nuestra vulnerabilidad es más notable.

Tomar conciencia de las distintas vulnerabilidades que afectan a los ciudadanos y ciudadanas es el primer paso para combatirlas. Solamente se puede superar aquello que se conoce, se acepta como una debilidad y se reconoce como objeto de urgente cambio. Cuando esto no ocurre, cuando se "quiere tapar el ojo al macho", como dice el dicho popular, no hay manera de transformar el orden de las cosas. No querer ver la realidad puede permitirle a algunos vivir con la conciencia más tranquila, sin sentir la necesidad de cambiarla, pero así nada va a mejorar.

Esta actitud ha sido muy común en muchos salvadoreños; en especial, en los que nos han gobernado en las últimas décadas. Sin ir muy lejos, a finales del año 2008, el gobierno de Saca afirmaba sin ningún pudor que El Salvador gozaba de tan buena salud económica que estaba blindado ante cualquier crisis internacional. La realidad fue muy distinta; El Salvador ha sido el país de Centroamérica más afectado por la última crisis internacional y el que con más dificultad está saliendo de la misma. A esto se le llama vulnerabilidad económica, que es todo lo contrario a estar blindado.

En este copioso invierno, la vulnerabilidad del país frente a las tormentas tropicales ha quedado nuevamente de manifiesto. La situación atemporalada de esta última semana, con intensas lluvias por casi seis días seguidos, ha puesto una vez más en evidencia la facilidad con la que miles de familias resultan damnificadas ante estos fenómenos climatológicos. Es estremecedor ver a tantas comunidades con el agua hasta la cintura, a tantas familias que una vez más lo pierden todo bajo la correntada. Se podrá decir que ante los fenómenos naturales no es posible hacer nada y que somos vulnerables porque este año llueve más que lo acostumbrado, pero esto también es querer tapar el sol con el dedo.

La vulnerabilidad ante los fenómenos climatológicos está directamente relacionada con la escasez de recursos y el nivel de pobreza de las familias. Si se observa con atención, es fácil darse cuenta de que las comunidades más afectadas son siempre las más pobres. Por eso se ha convenido en llamar a estas situaciones "desastres socionaturales", pues no son solo causa de la naturaleza, sino también, y en mayor grado, de la manera equivocada en que se ha organizado la sociedad y de una estructura social injusta, con enormes diferencias entre los recursos disponibles para unos y otros.

Atender la vulnerabilidad, poner a trabajar todos los medios para reducirla, debe ser una de las principales tareas de las instancias gubernamentales, desde el nivel municipal hasta el nacional. Ello supone preocuparse honda y verdaderamente por la vida de los más pobres, pues ellos serán siempre los más afectados y también los primeros beneficiados de los programas de prevención y gestión de riesgos.

Si bien la vulnerabilidad de estas comunidades es una realidad que solo podrá disminuirse después de años de arduo esfuerzo, el riesgo para la población puede mitigarse desde ahora por medio de una adecuada y eficiente labor de todas las instancias que tienen la responsabilidad de protegerla. Los planes de prevención, las alertas tempranas, las oportunas evacuaciones de las comunidades en mayor riesgo, la preparación de albergues, la coordinación entre la población y los diferentes niveles de gobierno son algunas de las acciones que pueden implementarse desde ya para mitigar los desastres y proteger a la gente. Muchas de ellas se han aplicado en estos meses de permanentes lluvias, y por ello hay que felicitar a Protección Civil. Su trabajo ha evitado más daños y ha salvado muchas vidas.

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