La ética en la Asamblea

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Editorial UCA
18/06/2012

El caso del diputado Rodrigo Samayoa ha movido a la Asamblea Legislativa a formar una comisión de ética parlamentaria. Reacción típica de nuestra Asamblea, que solo se preocupa de la ética cuando le llueven ataques y descrédito por alguna actividad grave de un diputado. Y, en efecto, tiene que ser grave, porque si algún parlamentario, aunque sea el presidente de la Asamblea, llega borracho, el asunto no les molesta demasiado. Ya en el pasado, cuando el diputado Francisco Merino baleó a una mujer policía, se constituyó una comisión de ética que muy pronto cayó en desuso en la Asamblea. Hoy se forma otra, y para variar sin tener el menor cuidado de preservar la ética.

Por 75 votos a favor quedó constituida una comisión de ética en la que aparece el diputado Rodolfo Parker, acusado en el informe de la Comisión de la Verdad de encubrir a los coroneles del Estado Mayor de la Fuerza Armada salvadoreña en el caso del asesinato de seis jesuitas y sus dos colaboradoras. En aquel entonces, Parker era abogado de la Fuerza Armada, y como tal participó en la Comisión de Honor que investigó a los soldados de batallón Atlacatl e interrogó personalmente a algunos de los oficiales. Varios de ellos acusaron después a Parker ante la Comisión de la Verdad por haber cambiado sus declaraciones. Los militares coincidían en que le manifestaron a Parker que el coronel Benavides les dijo que había luz verde del Estado Mayor para asesinar a los jesuitas. Pero eso no quedó consignado en las transcripciones entregadas al juez que vio el caso.

Así, el documento de la Comisión de la Verdad, que al menos para temas de ética política debería ser una guía básica, lo han tirado los diputados a la papelera. Probablemente no consideran que sea delito —mucho menos, un problema de ética— encubrir a asesinos, especialmente si el encubrimiento lo lleva a cabo un abogado en tiempos de guerra. Y en esto no parece haber diferencias ideológicas. FMLN, Arena, Concertación Nacional, GANA, unidos y unánimes, amigos y cómplices en el irrespeto a bienes tan básicos como la vida, la verdad y la ética. Y no pueden decir que no conocen el documento de la Comisión de la Verdad, porque lo citan, para ensalzarlo o denigrarlo, cuando les interesa. En otras palabras, no tienen disculpa. Y, por supuesto, tampoco vergüenza.

Cuando la Sala de lo Constitucional les dice que han hecho algo mal, los diputados se rasgan las vestiduras y llaman prepotentes a los magistrados. Pero cuando ellos ofenden a unas personas ya fallecidas dándole posicionamiento ético al encubridor de sus asesinatos, cuando al hacer eso se burlan de ocho personas que tienen la orden José Matías Delgado en grado máximo, y cuando ofenden con este nombramiento a una de las mejores universidades de este país, el tema es totalmente secundario. En este sentido, la nueva comisión de la Asamblea ha nacido muerta. La participación en ella de un encubridor de asesinos impide que se le reconozca cualquier atisbo de buena voluntad, menos aún de ética. Si los diputados tuvieran el mínimo de vergüenza, repetirían la elección y excluirían de la comisión a Rodolfo Parker. Que no olviden los parlamentarios que sigue pendiente que El Salvador cumpla con la recomendación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de abrir la investigación sobre la autoría intelectual del asesinato de los jesuitas. El encubrimiento de este crimen no es cosa del pasado.

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