"Vamos a portarnos mal" [Protesta social y libertad de expresión en América Latina] es un libro que, como se explica en sus líneas introductorias, presenta a la protesta social como "una zona de intersección entre la libertad de expresión, la gobernabilidad democrática y lo mediático político". Aporta, además, elementos de análisis para comprender este tipo de manifestaciones sociales, más allá del modo en el que los medios de comunicación y los Gobiernos abordan el tema: "Cuentan el reclamo más que el contenido de la protesta, cuentan los destrozos más que las demandas, asumen el conflicto como negativo para la democracia, y cuando aparecen los sectores que protestan los ‘localizan’ en el lamento y la sensiblería".
Con el propósito, pues, de presentar una nueva visión sobre las manifestaciones sociales, se elaboró el texto, que reúne crónicas en las que 19 periodistas latinoamericanos relatan sendas experiencias de protesta social en sus países, lo que permite apreciar la particularidad y variedad de las demandas sociales en la región.
El 18 de agosto, en el auditorio del Edificio de Aulas "D", la Fundación Friedrich Ebert, el Centro de Competencia en Comunicación para América Latina y el Departamento de Comunicaciones y Cultura presentaron el libro. En el evento participaron con sus comentarios Omar Rincón, editor del texto y director del Centro; Óscar Martínez, periodista del periódico digital El Faro, quien tuvo a cargo la elaboración de la crónica correspondiente a nuestro país; y Amparo Marroquín, jefa del Departamento.
Rincón explicó que el nombre del libro se debe a dos razones: al título de una de las canciones de la agrupación puertorriqueña Calle 13, que representa la "nueva rebeldía de la música latina"; y a que se busca hacer referencia a ese prejuicio de que protestar es "malo". Y es que, de acuerdo a Rincón, el salir a las calles a exigir la satisfacción de una demanda social no es entendido como el ejercicio de la libertad de expresión, sino como un acto nocivo, casi criminal.
En este sentido, cuestionó el papel de los Gobiernos y los medios de comunicación en esta "judicialización" del tema: los primeros reaccionan estigmatizando a los movimientos de protesta o llegan a acuerdos con los ciudadanos que protestan y no los cumplen; y los segundos hacen coberturas simplistas de las acciones y maniqueamente califican una causas (las relacionadas al medioambiente) como "buenas" y otras (las de los derechos humanos) como "malas". Con el libro se pretende recordar a los ciudadanos que "se vale protestar. El protestar nadie nos lo quita, es un derecho que tenemos que defender".
Para analizar el caso de El Salvador, Amparo Marroquín retomó una de las primeras manifestaciones de las que se tiene registro en el país, y que ocurrió hace más de un siglo en San Miguel. La reacción de los gobernantes de ese entonces se ha mantenido hasta la actualidad: estigmatización de los que protestan, nerviosismo al verse cuestionados y represión como forma de mantener el orden público.
En este marco, en la crónica "Los días cuando llueven piedras", Óscar Martínez relata la lucha de uno de los movimientos sociales más representativos en el país: los vendedores informales del Centro Histórico de San Salvador. El periodista explicó que decidió retomar este caso debido a que se trata de una movilización social que refleja un conflicto muy complejo: la amenaza constante entre ser desalojados y perder el medio de supervivencia frente a los intereses políticos del alcalde de turno. Como se lee en el primer párrafo de la crónica, para que en nuestro país una protesta tenga eco debe poseer una característica que el sector de vendedores informales ha sabido utilizar a su favor: "Muestre músculo o desaparezca. Ese parece ser el ingrediente clave. El Salvador es un país en el que se protesta poco o bien un país en el que a pocas protestas sociales se les hace caso. Aquellas de las que se sabe, aquellas que aparecen en las portadas de los principales medios (...) son (...) las que se meten al ring de decir no a ciertas políticas públicas".