Creció entre ventas de papas, tomates, chiles y cebollas; jugó recorriendo barrios sencillos y rodeado de personas trabajadoras. La pasión por los árboles, las hortalizas y los animales se la transmitió su padre, ya que cuando era niño lo acompañaba al campo para conocer su trabajo agrícola.
Ismael Antonio Sánchez Figueroa nació el 11 de septiembre de 1957 en Santa Ana, aunque su familia es originaria del cantón El Tule, en Texistepeque, Metapán. Se casó con Ana Liliam Miranda en 1979. Tiene dos hijos y tres nietos.
Sus progenitores, Maximino Sánchez y Mercedes Figueroa, se trasladaron a San Salvador cuando Ismael tenía dos años. Su infancia la vivió en el Mercado Central. "Mis padres tenían un puesto de verduras. En el mercado, mi hermano Adolfo y yo conocimos todo tipo de personas (...) y fuimos aprendiendo a diferenciar qué caminos seguir".
Tenía cinco años cuando lo matricularon en el Centro Escolar Católico "Walter Thilo Deininger", directamente en el primer grado. "Desde muy pequeño, mis papás me enseñaron a leer y a escribir; ellos nunca fueron a la escuela, pero habían aprendido. Entonces, como estaba avanzado en el aprendizaje, no me recibieron en kindergarten".
Y durante las vacaciones, Ismael vendía cosas en las calles. "Lo hacía no porque me obligaran, porque mis padres siempre fueron responsables, sino porque de esa forma yo iba aprendiendo a valorar las cosas, sabía lo que costaba comprarse una camisa, un par de zapatos (...). Me di cuenta de que ganarse un colón no era fácil".
Cuesta arriba
"El tercer ciclo lo estudié en una escuela de Ciudad Delgado. Esa parte la recuerdo bien porque en la enseñanza pública habían profesores muy responsables y estrictos. Mi maestro de matemática me hizo aprender el Álgebra de Baldor desde la primera hasta la última página".
Cuando terminó el noveno grado, quiso conseguir trabajo para ayudar a sus padres; sin embargo, Maximino le aconsejó que continuara con sus estudios. "Mi papá siempre me decía que estudiara, que no dejara de hacerlo, y por ello me fui a inscribir al Instituto Técnico Industrial. Allí me gradué de Técnico en Automotores. En ese período, encontré trabajo en una empresa llamada Salvador Machinery, que se dedicaba a la reparación de vehículos pesados; yo trabajaba en el departamento de repuestos".
Por su situación económica, Ismael no había planeado estudiar en una universidad. Pero la oportunidad se le presentó. "En la misma empresa, laboraba un compañero del bachillerato, y fue él quien me comentó que la UCA empezaría un programa de cuotas diferenciadas; estábamos a finales de 1974. Yo me animé a hacer el proceso de admisión y quedé, pero me asignaron una cuota de 20 colones y no los podía pagar. Como tenía el deseo de estudiar, fui a hablar con el padre José María Gondra, quien me comentó que aplicara a unas becas que estaba dando el Ministerio de Educación. Logré ganarme una, y fue así como entré a la UCA en 1975".
"A principios de los ochenta, cuando iniciaba la guerra civil en El Salvador, varios profesores se sintieron amenazados (...) y decidieron irse del país. Para ese entonces, Carlos Cañas, ahora decano de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura; Francisco Chávez, actual jefe del Departamento de Ingeniería de Procesos y Ciencias Ambientales; y yo éramos instructores y nos tocó sustituir a algunos catedráticos".
En 1981, fue becado por el Programa de Becas J. William Fulbright para estudiar una Maestría en Recursos Energéticos en la Universidad de Pittsburgh. "Recuerdo que en una reunión que los becarios tuvimos con el embajador de Estados Unidos de ese período, el padre Ellacuría le dijo que en lugar de enviar tantas armas, apoyaran con becas a más estudiantes. Que el país necesitaba la reconciliación".
"Había que seguir con la marcha"
Después del asesinato de los jesuitas, la tarea más grande de la UCA fue mantener y ahondar el trabajo por el desarrollo del país y en favor de las mayorías desde la academia, la investigación y la proyección social. "Siempre tengo presentes las palabras de Ellacuría cuando decía que el centro de la universidad no estaba en sí misma, sino en la sociedad. Esos años fueron complicados (...) había que seguir con la marcha y enfrentar los serios problemas que se tenían".
"Desde que me gradué, me quedé trabajando en la UCA como catedrático. Luego, aproximadamente en 1985, me dieron el cargo de coordinador de Ingeniería Mecánica. En 1994, asumí la jefatura del Departamento de Ciencias Energéticas y Fluídicas".
"En ese entonces, las ingenierías estaban organizadas por carreras, había un departamento por cada una de ellas; pero a finales de los noventa, a fin de responder a las necesidades del país, se dio un cambio de reestructuración y las carreras se agruparon según área de trabajo, lo que permitió crear nuevas líneas de investigación".
"Un diario aprender, un diario compartir"
En 2012, Ismael dejó el cargo que había desempeñado por muchos años. Ahora se dedica de lleno a la docencia. "Lo que más disfruto es enseñar, compartir mi experiencia y ver cómo los jóvenes van superándose. Me encanta dar clases porque uno tiene que ir al ritmo de los alumnos y mantenerse actualizado, debe haber un enriquecimiento intelectual constante".
Por su esfuerzo, capacidad y trayectoria, la Asociación Salvadoreña de Ingenieros y Arquitectos le otorgó el 17 de julio el Premio ASIA a la Docencia Universitaria en Ingeniería 2013.
"Estoy agradecido por este reconocimiento, ya que ser profesor es un diario aprender, un diario compartir. A la UCA le he dedicado gran parte de mi vida. En los más de 30 años que tengo de trabajar acá, he aprendido que una persona no puede encerrarse en sus cosas y propios intereses, sino que siempre debe tener la mirada puesta en los demás".