El 26 de febrero de 2007 abrió el albergue Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca (México), para hospedar y atender a quienes intentan cruzar la frontera y llegar a Estados Unidos. Más de 400 migrantes durmieron en el refugio la primera noche. El flujo de personas ha sido constante desde entonces; sin embargo, esta humanitaria labor ha llevado a este hombre a poner en riesgo su vida, hasta el punto de estar amenazado de muerte.
Alejandro Solalinde Guerra, conocido como el "Profeta de los Migrantes", es coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana Pacífico Sur del Episcopado Mexicano. Los pasados 20 y 21 de septiembre, como parte de una invitación del Departamento de Comunicaciones y Cultura, se hospedó en la UCA y participó en el foro "Migración centroamericana y derechos humanos".
Al evento, que se llevó a cabo en el Auditorio "Segundo Montes, S.J." la mañana del miércoles 21, asistieron estudiantes, catedráticos e interesados en temas migratorios. En su ponencia, el sacerdote mexicano dejó claro que, pese a las amenazas y acciones intimidatorias en su contra por denunciar no solo a los grupos criminales, sino también a las autoridades mexicanas que abusan y se lucran de los migrantes, no abandonará su trabajo en pro de este colectivo social marginado, maltratado, que es visto como una mercancía, como "un pueblo olvidado y al que nadie le hace caso".
El 24 de junio de 2008 ocurrió un hecho que ejemplifica los peligros que enfrenta Solalinde en su tarea de proteger y asistir a los migrantes. Ese día, unos cincuenta pobladores de Ciudad Ixtepec, encabezados por el alcalde y catorce policías municipales, invadieron el albergue y amenazaron con incendiarlo si no lo cerraba en un plazo de 48 horas. Obviamente, el religioso no cedió al chantaje. Y por esa valentía y afán humanista, muchos lo comparan con Óscar Arnulfo Romero, a quien Solalinde llama "hermano" y "santo", porque "dio la vida por sus amigos".
Ixtepec está ubicado a 1,320 kilómetros de Cancún y es conocido por ser uno de los puntos de operación de las redes de tráfico de migrantes y de órganos. En la zona, tienen presencia la Mara Salvatrucha y los Zetas, además de los grupos delincuenciales locales (en los que participan desde policías hasta maquinistas de trenes). En las locomotoras provenientes de Chiapas arriban diariamente entre 300 y 500 personas. Según Solalinde, solo emprenden nuevamente la marcha unos 40 o 50 viajeros, pues el resto termina siendo víctima de asociaciones criminales, que los secuestran sin que ninguna autoridad haga algo al respecto.
Desde el foro, el cura hizo un llamado a perder el miedo. "Tenemos que organizarnos y decir las cosas a quien tengamos que decirlas. Tenemos que aprender a ver las cosas como son y no como dicen que fueron (...). No podemos ser indiferentes a la realidad".
Sostuvo, asimismo, que el mayor desafío a superar es el de la intimidación, el acoso y la falta de respeto constante de personas que no quieren que se proteja a los migrantes y se denuncien los abusos que estos sufren. "Muchas autoridades locales, bandas de delincuentes y traficantes de droga quieren librarse de los defensores de los derechos humanos", reveló.
Durante su estancia en la UCA, Solalinde aprovechó para reunirse con el rector, Andreu Oliva, y visitó el Centro Monseñor Romero, el Jardín de la Rosas y la capilla, a fin de honrar la memoria de los mártires jesuitas. Además, fue invitado a los programas Miradas y Quién tiene la palabra, de Audiovisuales UCA y del Departamento de Comunicaciones y Cultura, respectivamente. Antes de marcharse hacia México, compartió unas horas con los niños del Aula de Refuerzo Escolar y Humano "Las Abejitas", en Santa Tecla, un proyecto de jóvenes de la Fundación Divina Providencia.