Rutilio Grande: el Reino de Dios entre la gente

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Anaí Sorto
24/03/2012

Hace treinta y cinco años, el 12 de marzo de 1977, la Guardia Nacional, bajo las órdenes del general Humberto Romero, asesinó a Rutilio Grande cuando viajaba en su vehículo hacia El Paisnal, en el municipio de Aguilares. Con ese crimen, inició una ola de asesinatos y persecución de curas, catequistas y religiosas.

Para recordar su vida y conmemorar el aniversario de su martirio, el pasado 17 de marzo, en la capilla de la Universidad, se proyectó un video y se llevó a cabo un panel-foro sobre la vida y obra del jesuita. El evento fue moderado por Andreu Oliva, rector de la UCA, y contó con las ponencias de Jon Sobrino, director del Centro Monseñor Romero, y de Juan Hernández Pico, catedrático del Departamento de Teología.

Los asistentes pudieron escuchar un audio (elaborado por la hondureña Radio Progreso) sobre la vida del padre Grande. En el material, uno de sus amigos de infancia comenta que desde pequeño Rutilio sintió cierta afinidad por el sacerdocio, pues disfrutaba jugando a dirigir la misa.

Rutilio Grande creció en casa de una de sus abuelas en El Paisnal. A los 12 años, expresó interés por convertirse en sacerdote y, gracias al apoyo de monseñor Luis Chávez y González, ingresó al Seminario de San José de la Montaña, en San Salvador, donde conoció a monseñor Óscar Romero, quien en esa época aún era obispo. Sus compañeros del Seminario aseguran que Rutilio se identificó con los sacerdotes jesuitas que impartían clases en el lugar; fue así como inició su camino en la Compañía de Jesús.

Tras su formación sacerdotal, además de las capacitaciones sobre pastoral que recibió en el extranjero, Rutilio regresó a su tierra, El Paisnal, donde buscó que el sacerdocio estuviese al servicio del pueblo. Y es que, como recordó el padre Hernández Pico en su ponencia, fueron los documentos de Medellín (resultado de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano) los que motivaron al padre Grande a crear lazos fuertes con los feligreses y a comenzar a trabajar de la mano con ellos.

Se cree que su homilía conocida como "El sermón de Apopa" fue la que le condenó a muerte, pues en ella denunció la apropiación de tierras por parte de la clase pudiente y la violación de los derechos del pueblo salvadoreño.

"Antes de cualquier santo, para él, primero estaba el sufrimiento de la gente", dijo Jon Sobrino durante el panel-foro. Explicó también que Rutilio murió con su gente, y que con su asesinato no solo se rompieron las reglas del bien, sino también las del mal. Es decir, el crimen, siendo a todas luces un hecho repudiable desde cualquier punto de vista, atentó contra todo lo bueno de la sociedad, pero, además, el hecho de quitarle la vida a un sacerdote implicó llevar el mal a un nivel superior, a un punto sin precedente.

La vida y obra de Rutilio Grande continúa dando frutos. Su mensaje es recordado en las misas populares cada vez que se entona la canción Vamos al banquete, cuya letra está inspirada en palabras del jesuita. Esa invitación a construir un mundo y una sociedad diferente sigue vigente.

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Anónimo
05/10/2012
07:14 am
q publiquen mas de la vida de rutilio grande.. todo el historial de la vida de él
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