El viernes 21 de agosto, ante más de 600 personas, Immaculée Ilibagiza, sobreviviente del genocidio ocurrido en Ruanda en 1994, relató su experiencia y explicó cómo la fe en Dios le ha ayudado a perdonar a sus agresores y a vivir una vida más espiritual y llena de esperanza.
Minutos antes de dar su testimonio, Ilibagiza fue recibida en la capilla de la UCA por el P. José María Tojeira, rector de la Universidad. Dentro del recinto, la escritora y trabajadora de la ONU oró y reflexionó unos minutos frente a las tumbas de los mártires.
Posteriormente, se dirigió, junto al Rector y otras autoridades, al Jardín de las Rosas, donde intercambió unas palabras con el P. Jon Sobrino, quien le agradeció por la visita y le explicó la importancia del lugar donde estaban: "Este es el Jardín de las Rosas, el jardín de la vida". Ilibagiza, visiblemente emocionada, también recorrió el museo del Centro Monseñor Romero.
Ya en el Auditorio "Ignacio Ellacuría", la joven ruandesa inició su testimonio expresando su solidaridad con los salvadoreños: "Estoy de corazón con ustedes, por lo que ha sucedido en su país, [por] tanto sufrimiento que han padecido".
Immaculée explicó que gracias a la dolorosa experiencia que le tocó vivir se convirtió en una persona más fuerte espiritualmente: "Trato de averiguar por qué tuve que pasar por eso. Después me doy cuenta, aun a través del dolor, que siempre aprendemos algo".
Durante el genocidio, Ilibagiza encontró refugio en la casa de un pastor evangélico, miembro de la etnia hutu, quien la escondió, junto a otras siete mujeres, en un pequeño baño durante 91 días. En esos tres meses, miles de tutsis —incluida toda su familia, menos un hermano que estaba fuera de Ruanda— fueron asesinados. "Pensaba ‘¿por qué tengo que estar aquí (encerrada en un baño) si soy un ser humano? Yo no escogí ser tutsi, nací así. ¿Por qué alguien me va a querer matar?’", confesó.
Ilibagiza asegura que durante el encierro su mente pasaba "entre el temor y la ira". Pero que el momento más crítico de toda su experiencia fue cuando cerca de 300 hutus entraron a la casa del pastor a registrar habitación por habitación, para asegurarse de que no hubiera gente escondida. "Cuando sabes que alguien viene a matarte y que está a dos minutos de donde estás (...), se te seca la boca; creo que me desmayé por un momento. En mi mente, le gritaba a Dios que me ayudara". Y lo hizo: las mujeres no fueron encontradas. "Sentí que Dios era real, que me había escuchado".
Años después, visitó una de las cárceles en Ruanda y pudo ver cara a cara al asesino de su familia. "Le dije ‘te perdono’; y él bajó sus ojos, no me pudo ver, estaba llorando". Pese a haberse despojado de los sentimientos de odio y de venganza, aún llora por su familia. "Creo que las lágrimas son un precio del amor, siempre será así".
En 1998, Immaculée Ilibagiza emigró a Estados Unidos, donde trabaja para la ONU. Su primer libro, Sobrevivir para contarlo, fue presentado en marzo de 2006 y se convirtió rápidamente en un best seller. A la fecha, ha sido traducido a 22 idiomas y se han vendido más de 250 mil copias. Actualmente, Immaculée trabaja para difundir su mensaje y recaudar fondos para su fundación de caridad "Sobrevivir para contarlo", la cual beneficia directamente a los niños huérfanos por el genocidio.