¿Por qué esta sociedad necesita tener campesinos sin trabajo, obreros mal pagados, gente sin salario justo? Estos mecanismos se deben descubrir no como quien estudia sociología o economía, sino como cristianos para no ser cómplices de esa maquinaria que está haciendo cada vez gente más pobre, marginados, indigentes…
Monseñor Romero, homilía del 16 diciembre de 1979
La UCA, ante el aumento al salario mínimo, hace la siguiente reflexión.
- El incremento aprobado es cuestión de justicia con los trabajadores. El trabajo es un medio fundamental para la realización de las personas; a través de él, el trabajador recibe un reconocimiento que le debe permitir su desarrollo personal y familiar. La Constitución dice en el artículo 38 que “este salario deberá ser suficiente para satisfacer las necesidades normales del hogar del trabajador en el orden material, moral y cultural”. Un salario justo es la base para el reconocimiento de la igual dignidad de las personas, y ofrecer un salario digno debe ser la principal responsabilidad social de las empresas.
- En El Salvador, la mayoría de los salarios no responden al costo de la vida ni les permiten a los trabajadores la vida digna a la que tienen derecho. Como todos sabemos, los salarios mínimos se calculan con base en la canasta básica de alimentos (CBA). Guatemala tiene una CBA de 26 productos; Nicaragua, de 23; Honduras, de 30; Panamá, de 51; y Costa Rica, de 52. En nuestro país, la canasta básica urbana consta de 22 productos y la rural apenas incluye 15. Esto ha posibilitado que seamos el país de la región, a excepción de Nicaragua, que paga los salarios mínimos más bajos y que estos no alcancen para cubrir el costo de la canasta básica real.
- El incremento y la equiparación de los salarios mínimos entre los distintos sectores productivos es un importante esfuerzo para detener el empobrecimiento de grandes sectores de la población. Según investigaciones realizadas por la UCA, el poder de compra del salario mínimo disminuyó en un 80% en los últimos 35 años. El Banco Mundial estima que un 25% de nuestra población padece pobreza crónica, es decir, nació pobre y se mantendrá pobre hasta la muerte. Además, sostiene que un 38% se encuentra en situación de movilidad social descendente: ha visto caer su nivel de vida y se encamina hacia la pobreza. Cifras semejantes revela el PNUD, que señala que el 35% vive en pobreza y un 45% está en situación de vulnerabilidad.
- Los aumentos decretados por el Consejo Nacional de Salario Mínimo no resolverán definitivamente los problemas de los trabajadores ni mucho menos los de la economía nacional, pero son un paso importante en el camino hacia una mayor justicia social.
- Algunas voces del sector empresarial defienden la necesidad de incrementar el salario mínimo, pero rechazan la forma en que se decidió el aumento. Si el fin (el incremento del salario) es conveniente y bueno, el medio es lo menos importante, no debería ser fuente de conflicto. Si hay conciencia de la necesidad de incrementar el salario mínimo, no tiene sentido que se siga criticando el aumento, pues este es necesario y justo. Es cínico señalar con el dedo la cooptación de los trabajadores por parte del Gobierno cuando históricamente la representación laboral en el Consejo ha estado al servicio del sector empresarial.
- Duele la insistencia de los sectores económicos más poderosos en mantener salarios injustos, su negativa a aceptar un salario digno cuando en el país se genera mucha riqueza, la cual es acaparada por una minoría que mantiene niveles de vida escandalosos. Es perverso y anticristiano defender los intereses de pequeños grupos en contra de los de la mayoría y abogar por que se mantenga un orden de cosas que lleva a que muchos de nuestros hermanos no puedan cubrir sus necesidades fundamentales mientras una pequeña élite se enriquece con glotonería.
- Investigaciones de la Universidad revelan que la brecha entre la productividad y los salarios se ha ido ensanchando, lo que evidencia un aumento en las utilidades de las grandes empresas. Y dicha productividad permite el ajuste salarial sin que se ponga en riesgo la existencia ni la viabilidad de las empresas. Por eso, no ofrecer un salario decente, como afirma el arzobispo de San Salvador, es “injusto y de grado pecaminoso”. Oponerse a una mejora clara del salario mínimo es hacerle daño al país, atentar contra la vida del pobre y mantener la dinámica de exclusión, que es una de las fuentes de la violencia.
- Entendemos que para algunas empresas pequeñas o medianas los aumentos les implicarán un esfuerzo extra, que les obligará a ser más creativas para garantizar su sostenibilidad. Sin embargo, ese esfuerzo valdrá la pena, contribuirá a poner en práctica los valores cristianos de fraternidad y solidaridad, y a poner en primer lugar la vida humana. Al final, ello redundará en una mayor capacidad y competitividad empresarial.
Por todo lo anterior, hacemos un llamado a los empresarios y autoridades a que pongan en el centro de esta coyuntura la vida del trabajador y de sus familias, que solo tienen el salario para sobrevivir. Y animamos a los trabajadores a defender el aumento, que puede ser un punto de inflexión en la lucha por la dignificación de la clase trabajadora.
La precariedad salarial está íntimamente relacionada con la delincuencia, la violencia, los cinturones de miseria en las ciudades, la migración en busca de oportunidades que acá solo están reservadas para unos pocos. Por ello, retribuir a los trabajadores con mejores salarios será de gran beneficio para toda la población.
La Libertad, 9 enero de 2017