Honorable rector padre Andreu Oliva, distinguidas autoridades académicas y administrativas, estimados catedráticos, queridos compañeros graduados, familiares y amigos que nos acompañan, tengan todos muy buenos días.
Es un honor para mí poder dirigirme a ustedes en nombre de todos mis compañeros en esta mañana tan especial. Quiero comenzar este mensaje expresando nuestro agradecimiento a todos los aquí presentes. Sin lugar a dudas, este éxito no hubiese sido posible sin su apoyo incondicional. En primer lugar, debemos agradecer a nuestros padres, quienes nunca dejaron de creer en nuestro potencial y siempre nos animaron a seguir luchando. Igualmente, nuestra gratitud se extiende a los padres de nuestros amigos, por la paciencia que nos tuvieron a lo largo de nuestra carrera, por las noches que nos aguantaron en sus hogares, siempre ofreciéndonos una tacita de café para pasar los desvelos. Además, quiero agradecer a todos nuestros profesores por compartirnos su experiencia y conocimientos. Finalmente, pero no menos importante, deseo agradecer a mis compañeros y compañeras por su amistad y confianza.
Queridos graduados, este día culminamos una fase de nuestras vidas, una fase que comenzó hace más de cinco años, cuando sentados justo en este mismo auditorio recibimos las palabras de bienvenida a la Universidad. Entonces éramos aún adolescentes, embargados por la emoción de sentirnos adultos y tener mayores libertades. Pero pronto descubrimos que esa libertad venía con muchas responsabilidades, y fue justamente enfrentándolas que forjamos nuestro carácter.
Hoy nos damos cuenta que lo que aprendimos en las aulas es igual de importante que lo que aprendimos fuera de ellas. Hoy podemos dar fe que el trabajo duro tiene siempre su recompensa; aprendimos finanzas, contabilidad y marketing, pero igualmente significativo ha sido aprender a controlar mejor nuestras emociones, ser disciplinados y vivir acorde a valores morales que nos convierten en jóvenes integrales.
Ya no somos los mismos de hace cinco o seis años. Hoy somos adultos, profesionales de la UCA, con todo el honor y compromiso que esto representa, pues la educación que hemos recibido no solo busca formar profesionales competentes técnicamente, sino también ciudadanos críticos, honestos y solidarios que incidan en la realidad histórica de El Salvador.
Estimados, hoy recibiremos un título que representa la suma de muchos esfuerzos, desvelos, experiencias invaluables y amigos que llevaremos para siempre en nuestros corazones. No perdamos de vista que este día celebramos la culminación y el comienzo de un ciclo, ya que al recibir nuestro título de licenciados estamos aceptando, a la vez, un compromiso a futuro. Hoy saldremos de esta universidad coronados con honores y rodeados de las felicitaciones de nuestros seres queridos, pero jamás olvidemos, compañeros, que la UCA nos invita ahora a trabajar por una sociedad más humana y justa, a trabajar por un país próspero, a demostrar que las nuevas generaciones podemos cambiar paradigmas y mejorar las cosas.
Como reflexión final, voy a retomar las palabras de nuestro querido padre José María Tojeira, quien durante el primer debate interuniversitario nos invitó a ser "élites inclusivas". Estas palabras sintetizan bien el privilegio y la responsabilidad que hoy asumimos: nos convertimos en "élites" porque pasamos a formar parte de una minoría muy afortunada: ese pequeño porcentaje de la población que logra culminar estudios universitarios. Pero a la vez, estamos llamados a ser "inclusivos", es decir, debemos asumir el compromiso de trabajar por el desarrollo integral de nuestra sociedad, para que, en un futuro no muy lejano, todos los salvadoreños tengamos las mismas oportunidades. Compañeros, que esta invitación quede grabada en nuestra mente y corazón.
Finalmente, los animo a que nunca dejemos de perseguir nuestros sueños, a hacer siempre lo correcto y a seguir construyendo nuestro destino a la luz de los valores cristianos. Queridos jóvenes, de aquí en adelante, el cielo es el límite. ¡Muchas felicidades!