Sean constructores de justicia y paz, de amor y libertad

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Andreu Oliva
06/11/2014

Queridos graduandos, queridas familias y amigos que nos acompañan en esta octogésima octava graduación de la UCA, en primer lugar, quiero felicitarlos por este logro tan importante para ustedes y para El Salvador. Graduandos, celebramos su titulación como profesionales en el vigésimo quinto aniversario del martirio de Elba y Celina, y de los padres jesuitas, por lo que hemos dedicado a ellos, a nuestros mártires de la UCA, esta promoción. Ello tiene mucho significado, pues su asesinato fue consecuencia de una vida de entrega generosa y comprometida con la defensa de la dignidad humana, la búsqueda de la paz y la justicia. Su martirio, desde el punto de vista cristiano, fue recibir la corona de laurel de los vencedores, al final de la carrera vital.

Quiero comenzar compartiendo con ustedes algunos aspectos que caracterizan nuestra realidad y que debemos tener en cuenta en un momento como este, en el que se gradúan como profesionales para insertarse de lleno en nuestra sociedad y en el que recordamos de manera especial a los mártires de la UCA. Ninguno de nosotros vive en una burbuja aislado de la sociedad, sino en El Salvador, con el cual cargamos (lo sufrimos a diario), pero del que debemos hacernos cargo (entenderlo y comprenderlo) para encargarnos de él (asumirlo para transformarlo), y así realizar nuestra misión de cristianos en el mundo, como decía el padre Ellacuría.


Dura y problemática realidad

Nuestro país vive desde hace muchas décadas en una crisis profunda; la gente sigue sufriendo por la difícil situación económica, la falta de empleo, los bajos salarios, la migración que ha separado a tantas familias, la inseguridad y la violencia. Violencia y migración son dos expresiones muy claras de esta crisis; dos realidades que hacen sufrir a la mayoría de la población y que parecen no tener fin. Las causas de estos fenómenos son múltiples, pero en su origen responden a unas estructuras políticas, sociales y económicas que no han sido capaces de incluir en la sociedad a todos los salvadoreños. Estructuras injustas, que teológicamente constituyen el pecado estructural de nuestro país, porque producen injusticia y deshumanización, y rompen la fraternidad a la que está llamada la humanidad.

En los años posteriores a los Acuerdos de Paz, se ha avanzado en el respeto a los derechos humanos, especialmente en los de orden político, pero muy poco en el derecho a la vida, a la realización personal, a la seguridad, a una pronta y cumplida justicia. Tampoco se ha avanzado en el goce de los derechos económicos y sociales, que incluyen el derecho al trabajo, a un salario digno, a una vivienda decente, a una educación y salud de calidad, a la igualdad de oportunidades para todos. En consecuencia, las mayorías de nuestro país (el 40%) siguen viviendo en la pobreza o en la exclusión. El sector rural está claramente marginado, y la vida en el campo, pero también en los barrios populares de las ciudades, es muy dura y difícil. Los jóvenes de las áreas rurales están emigrando en masa en busca de alternativas de vida. La agricultura no es una actividad productiva que interese a la juventud de hoy ni de la que puedan vivir dignamente nuestros campesinos. Los proyectos de desarrollo rural son claramente insuficientes y no logran cambiar esta situación. Las diferencias de oportunidades entre el campo y la ciudad son abismales.

Pero también nuestra cultura está basada en varios antivalores. En primer lugar, el machismo, que no afecta solamente a las mujeres, sino a todos, y que tiene estrecha relación con la violencia que nos rodea. En segundo lugar, el racismo, que nos impide vernos como iguales y construir un proyecto de realización común. El consumismo, que nos ha convencido de que la felicidad está en el tener y no en el ser, que nos ha llevado a gastos mayores de los que las familias pueden soportar y a que vivamos permanentemente endeudados, generándose así tensiones y grandes insatisfacciones. Por otro lado, el pueblo salvadoreño ha perdido la confianza en sí mismo y en las posibilidades de superar estas crisis con su propio esfuerzo.

Entre el 40% y el 60% de la población económicamente activa malvive en la llamada economía informal. Según el PNUD, solamente un 20% tiene un trabajo decente. Nuestra sociedad, pues, es tremendamente desigualdad. Mientras el quintil de la población más rica (20%) obtiene casi la mitad del total de los ingresos del país, el quintil más pobre apenas recibe el 5%. Y a esto se añade el problema de la seguridad ciudadana y la violencia endémica, para el que no se atina solución; violencia que en parte es pandilleril, pero que también surge de la delincuencia común y del crimen organizado, un cáncer silencioso que corrompe la sociedad y las instituciones, y que parece tener cada vez más fuerza en el país.

Por último, aunque no menos importante, El Salvador es altamente vulnerable. El deterioro ambiental que seguimos causando a este pequeño territorio debe detenerse lo antes posible. Lo contrario implicará consecuencias funestas para la vida humana. Ecológicamente, todavía es posible revertir algunos de los daños causados, pero debe actuarse rápida y eficazmente. El cambio climático ya nos está impactando, pero lo hará mucho más en los próximos 50 años si no somos capaces de adaptarnos. Sin embargo, no vemos que haya conciencia de esto en los niveles políticos de toma de decisiones, en la empresa privada, ni en la sociedad.


Somos responsables de nuestros hermanos

Ustedes, como profesionales de la UCA, tanto en conjunto como individuos, como hombres y mujeres que se han formado para los demás, no pueden permanecer ajenos a esta realidad. Somos responsables de nuestros hermanos, y debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que en nuestro país haya vida para todos. No podemos responder como Caín: “¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?”. Desde la concepción cristiana de la humanidad, somos corresponsables de la vida de todos. En palabras del papa Francisco: “La fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional. La viva conciencia de este carácter relacional nos lleva a ver y a tratar a cada persona como una verdadera hermana y un verdadero hermano; sin una verdadera fraternidad, es imposible la construcción de una sociedad justa, de una paz estable y duradera”.

Pero la tentación de romper la fraternidad es grande, y así ha ocurrido entre nosotros, y por eso, como nos dice el papa, “las numerosas situaciones de desigualdad, de pobreza y de injusticia revelan no solo una profunda falta de fraternidad, sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad”. Por la formación que ustedes han recibido, que es privilegiada, son más responsables que otros; han recibido más dones y tienen mucho más que ofrecer. No pueden evadir su responsabilidad; deben asumirla y trabajar con ahínco para buscar soluciones a los problemas graves del país.

Dirigir la mirada a nuestros mártires puede ayudarnos a saber qué rumbo tomar. Ellos constituyeron un grupo humano que tuvo claridad meridiana sobre lo que debía ser y hacer la UCA en la realidad concreta que les tocó vivir. Estos jesuitas pudieron hacer lo que hicieron en parte porque tenían una excelente formación, pero sobre todo porque trabajaron arduamente para que nuestra institución buscara, ofreciera y apoyara universitariamente aquellos procesos que propiciaran una convivencia más justa, libre y solidaria, tanto en El Salvador como en Centroamérica. Se esforzaron para que la UCA formara profesionales que pudieran contribuir a que la realidad nacional fuera mejor, más justa y racional. Siendo muy conscientes de la conflictividad que su trabajo entrañaba, no escaparon de ella. No abandonaron esta tarea, aun sabiendo que les supondría tensiones y persecución, porque sentían gran compasión por la gente, especialmente por los más pobres, que son siempre los más sufridos, y porque les dolía en lo más profundo de sus entrañas cómo era pisoteada la dignidad de la gente. Continuaron con su lucha universitaria porque vivían la necesidad del cambio y de aportar al mismo como una exigencia ética de la realidad y del Evangelio, que les pedía unirse a la misión liberadora de Jesús.

Siguiendo el ejemplo de nuestros mártires, al conmemorar los 25 años de su martirio, debemos asumir que también entre todos nosotros tenemos capacidad para contribuir eficazmente a la superación de los grandes retos que enfrentamos. Como profesionales podemos contribuir a resolver los problemas de El Salvador, pues podemos y debemos ser actores de cambio social, hacia una sociedad inclusiva, solidaria, justa, libre y en paz, con goce pleno de los derechos humanos políticos, económicos y sociales.

Porque esta universidad es sumamente cuidadosa con los títulos académicos que otorga, podemos afirmar que ustedes cuentan con una muy buena formación. Con nuestro alto nivel de exigencia, buscamos tener la certeza de que están capacitados para ejercer su profesión con competencia, y que no serán un fraude para la sociedad. Pero no solo nos hemos preocupado de que adquieran conocimientos técnicos, también nos hemos preocupado de su actitud ética y de su compromiso con la sociedad; hacerla mejor para las mayorías, no solo para pequeños grupos.

Por ello, podemos y debemos poner todo nuestro empeño en resolver los problemas del hambre, de la pobreza, de la vivienda digna, de la salud, de la educación, del empleo, de los bajos salarios, del transporte colectivo, de la pérdida de valores, de la reconciliación, de la libertad, de la impunidad, de una función pública verdaderamente eficiente y servidora. Debemos y podemos trabajar para una sociedad libre de cualquier clase de violencia y opresión. Cada uno y en conjunto podemos ser hombres y mujeres que construyan un nuevo El Salvador con desarrollo responsable, equitativo y sostenible, donde no se excluya a nadie.


Mejores para el mundo, mejor formados para El Salvador

Quiero terminar haciendo énfasis en las posibilidades que tienen ustedes, como profesionales de la UCA, para hacer de este país uno distinto, con oportunidades reales de vida y verdadero bienestar para todos. Tienen los conocimientos para influir en la economía, en la política, en la ética y en los valores de la sociedad, pero para ello deben tener y mantener una actitud de ir contra la corriente y la cultura imperantes. No se dejen arrastrar por el egoísmo y el materialismo, sino por la honestidad, la solidaridad, la justicia y el amor a este pueblo. ¿Al servicio de quién pondrán todos sus dones? Esta es la pregunta que tendrán que responder cada día.

El prepósito general de los jesuitas, el padre Adolfo Nicolás, decía recientemente: “La Compañía de Jesús no quiere formar a los mejores del mundo, pero sí quiere formar a los mejores para el mundo”. En este sentido, no deseamos formar a grupos de élite, a aquellos que ya disponen de todo lo mejor por la cuna en la que nacen, sino a cualquiera que llegue a tocar las puertas de nuestras instituciones educativas. A todos ellos debemos ser capaces de formarlos como profesionales conscientes, compasivos, competentes y comprometidos con la realidad, y deseosos de poner los conocimientos al servicio de su transformación, hacia una mayor fraternidad, equidad y justicia. Y que eso lo hagan de manera brillante. Esos son los “mejores para el mundo”. Del mismo modo, queremos que ustedes sean los mejor formados para El Salvador.

Todos estos retos y la voluntad de responder a ellos deben estar siempre en su cabeza y en su corazón, para que hagamos de El Salvador un país más humano, saludable, seguro, en el que se viva con alegría hoy y en el futuro. Por ello, quiero decirles este día lo mismo que les dijo el padre Ellacuría a los profesionales de la última graduación que presidió: “Nada agradecería más la UCA que muchos de ustedes, todos si fuera posible, se comprometieran en el fondo de su conciencia a ser constructores del reino de justicia y de paz, del reino de amor y de libertad. Así quedaría comprobado que esta universidad es una universidad de inspiración cristiana”. Yo añadiría que así quedaría comprobado que esta es una universidad fiel al legado de sus mártires.

Que produzcan buenos y abundantes frutos. ¡Muchas felicitaciones!

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