El 22 de enero de 1932, en Izalco y sus alrededores, se llevó a cabo la destrucción física e identitaria de los pueblos indígenas: paralelamente al asesinato de miles de ellos, se arrasó su idioma, formas de organización y costumbres. Pese a este genocidio, las comunidades originarias luchan por restablecerse.