"Dios, Unión y Libertad"

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Tanto la bandera como el escudo de El Salvador llevan la leyenda: "Dios, Unión, Libertad". En su origen, la leyenda expresa una utopía, es decir, aquellos valores hacia los cuales se busca orientar la vida personal y colectiva. No se trata, pues, de palabras sin más, no es un eslogan, no es una frase hecha, no es una simple leyenda; pretende ser motivo de inspiración y de interpelación para todos los salvadoreños y salvadoreñas.

¿Qué significa tomar en serio a Dios, la unión y la libertad para la conciencia colectiva y para los grupos dirigentes? Esta pregunta se la hizo hace 39 años el padre Rutilio Grande al pronunciar una homilía en el marco de las fiestas patronales en honor al Divino Salvador del Mundo. Se hizo la pregunta con seriedad y respondió con honradez. No hizo un discurso, sino una reflexión en la que inspiró e interpeló. Mucho de ese espíritu necesitamos hoy día para enfrentar las realidades importantes: seriedad y honradez, inspiración e interpelación. De ese modo superaremos el discurso fácil, la demagogia y la superficialidad de enfoques.

El uso repetitivo y mecánico de las palabras "Dios", "unión" y "libertad" han terminado quitándole contenido y fuerza a las mismas. Se han vuelto palabras vacías que ya no nos dicen nada. O palabras objeto de manipulación de consciencias y voluntades. Por eso, en estas líneas quisiéramos al menos devolverles respeto cuando las pronunciamos.

¿Qué puede significar para un pueblo vivir en Dios, en unidad y en libertad? Hagamos un pequeño ejercicio de interpretación.

"Dios". Es común oír a políticos, artistas y conductores de programas informativos cerrar sus intervenciones con la consabida frase: "Que Dios los bendiga". Como si la bendición de Dios estuviera dependiendo de sus deseos. Como si con esa frase bastara para ganarse la empatía de la gente. Como si estuviesen embestidos de autoridad religiosa. Entre los presidentes salvadoreños, por ejemplo, sean de derecha o de izquierda, esa frase se ha vuelto inevitable en sus discursos más solemnes. Con gran facilidad pasan de la palestra política al púlpito religioso. Hay un excesivo uso de la palabra "Dios": la encontramos en la radio, la televisión y en frases puestas en los más distintos lugares. Hablamos mucho de Dios, pero vivimos como si Dios no existiera. En su momento, el Concilio Vaticano II hizo eco de este mal cuando hablando de las raíces del ateísmo sostuvo que una parte no pequeña de la responsabilidad (del rechazo de Dios) recae sobre los creyentes, en cuanto que por los defectos de su vida religiosa, moral y social, en vez de revelar el rostro auténtico de Dios y de la religión, más bien los velan (Gaudium et Spes, n.19).

Estamos muy lejos de la tradición judía en la que no se pronuncia el nombre de Dios porque podría usarse en vano; se busca una palabra sustituta: "Altísimo", "Cielo", "Yahveh". Y cuando se la usaba en vano solía venir el mensaje de los profetas diciendo: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí".

En la cultura judeocristiana —que es fundamento de nuestra utopía—, pronunciar la palabra "Dios" y creer en Dios es adhesión a un principio de esperanza y de bienaventuranza. Pero no se habla ni se cree en un dios cualquiera; no se trata de un dios patrón, señor, juez, dominador de nuestras conciencias, castrador de nuestra libertad, castigador de nuestros pequeños y grandes pecados. Se trata más bien de un Dios Padre, que es amparo, protección y aliento; de un Dios que desea que todos los hombres y mujeres vivan una vida digna, vivan una vida justa. Es un Dios que mira (la opresión), oye (los clamores), conoce (los sufrimientos) y actúa (liberando). Es un Dios de las personas y los pueblos. Un Dios cercano, misericordioso y tierno, sin dejar de ser el Dios mayor (misterio), fuente de valor y de sentido de la vida. En esa tradición, ser pueblo de Dios significa defender al débil y al huérfano, hacer justicia al humilde y al necesitado, salvar al débil y al mendigo, librándolos del poder de los malvados (cfr. Sal.82). Ser pueblo de Dios es incompatible con la injusticia y la opresión. Poner, pues, a Dios como fundamento de un pueblo, de una nación, es —al menos en la tradición judeocristiana— salvaguardar la vida, proteger al débil, cultivar un corazón misericordioso en la convivencia social, convertirse a la justicia, defender al pobre, interpelar a los grupos opresores, desenmascarar las raíces del poder opresor.

"Unión". La unidad de un país no se impone, se cultiva mediante el diálogo, la razón y el consenso. Tras la palabra "unión" debe haber una voluntad: la voluntad de constituirse en pueblo con un proyecto común en el cada quien aporta desde su propia especificidad. Un antecedente histórico de esa voluntad de reunificación lo representan los Acuerdos de Paz (1992). Mediante la razón política no sólo se buscó terminar con el conflicto armado, sino refundar la sociedad salvadoreña sobre la base de la democracia, el respeto a los derechos humanos, el conocimiento público de la verdad sobre los graves hechos de violencia, y el desarrollo económico y social.

Con los Acuerdos de Paz se da un cambio drástico: la guerra deja de ser un problema, pero al mismo tiempo y con la misma intensidad surge otro: la violencia delincuencial. Desde 1994, el problema de la criminalidad domina, intercambiando su dominio con los problemas económicos. Por eso algunos sostienen que la paz que tenemos en El Salvador es una paz violenta, no la violencia de la guerra, sino la de la inseguridad pública. Hay una paz violenta, no la violencia de la guerra, sino de la pobreza y la exclusión. La refundación (reunificación) sigue siendo una asignatura pendiente o, en el peor de los casos, una asignatura reprobada.

La unión, entonces, es una tarea pendiente, un desafío. Y significa estar unidos en torno a la construcción de un modelo de sociedad incluyente, que haga central los principales problemas de las mayorías, que haga justicia a las víctimas, que garantice seguridad pública y desarrollo humano. Unidos por la mejoría sustancial de los derechos económicos, sociales y culturales, por una política fiscal justa y por el fortalecimiento institucional democrático.

"Libertad". Cuando se habla de "libertad" hay que decir de qué se quiere ser libre y para qué. En las condiciones actuales de El Salvador, necesitamos ser libres del temor, de las amenazas contra la seguridad personal, del crimen que produce un promedio de 12 muertos diarios. Libres de la exclusión social que produce desempleo, inseguridad alimentaria, enfermedad y pobreza de conocimientos. Libres de la injusticia y de las violaciones al imperio de la ley. Libres de la corrupción y la impunidad. Pero la libertad no es sólo "de" algo que nos atormenta, sino "para" algo que nos hará mejores personas y mejor pueblo. Libres para desarrollarse y hacer realidad las buenas aspiraciones de cada uno. Libres para participar en la construcción de una sociedad incluyente. Libres para tener un trabajo decente y un salario digno. Libres para construir comunidad y bien común. Libres para el crecimiento humano y espiritual.

No basta hablar de Dios, unión y libertad de forma genérica para pensar que vamos por buen camino y que el "espíritu" de la independencia sigue vivo. El buen camino se hace poniendo a producir esos valores de cara a lo que exige la propia realidad. Sólo poniéndole contenido y praxis histórica a esos valores se puede producir un dinamismo que nos lleve a más equidad, más libertad y más justicia.

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Anónimo
10/09/2018
12:17 pm
Saludos y gracias por su atención gracias saludos
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Anónimo
01/09/2015
16:17 pm
yo no sabia que era Dios unión libertad
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Anónimo
18/09/2014
07:31 am
kiero una respuesta de el significado dios union libertad
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Anónimo
31/08/2014
03:28 am
Todo es una utopia, no hay union, ni libertad y sobre \"DIOS\" a estado en el corazon y labios de los supuesto fieles creyentes por mas de 5 siglos y cuales son los resultados? nada de nada...como puede hablar de un Dios impuesto a punta de lanza y demas armas matando y violando a nuestros indios, la iglesia catolica lo sabe y quieren tapar el sol con el dedo...en fin la idea es confundir a la sociedad y hacer plata...simplemente un negocio sucio.. sigan orando creyendo en milagors y se moriran sentados y acostados .
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Anónimo
10/07/2014
18:20 pm
hola ya se que eso significa ahora quiero ir al salvador ok
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Anónimo
10/07/2014
18:20 pm
Mmmm yo no sabia nada ahora se que eso significa y quiero ir al salvador quiero ir vamonooooooooooooooooos
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Anónimo
22/04/2014
11:40 am
execellent story
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Anónimo
26/06/2010
07:17 am
Excelente comentario. realmente me conmovió.Gracias por escribir esta belleza de artículo, es realmente muy retador y pertinente para nuestra sociedad dolida y fragmentada. Saludos.
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