¿El arma más poderosa de los hombres libres es el voto?

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En pocos lados se observa el ejercicio de la hegemonía en El Salvador como en el municipio de Antiguo Cuscatlán, corazón del antiguo Señorío de Cuscatlán y auténtico vértice de la pirámide social y de la dirección del país, por encima del llamado Centro de Gobierno o de la Casa Presidencial. Ahí se encuentra la sede diplomática del todavía imperio dominante en el globo y cuya injerencia en el país es avasalladora. Algunas oficinas corporativas del capital trasnacional también se ubican en los alrededores. Miembros de las clases sociales dominantes encontraron en la cordillera un buen sitio para levantar lujosas mansiones. No hace falta ser exhaustivo para definir la enorme influencia que ha emanado de estos centros de poder, que tienen en común la defensa a ultranza del capitalismo en su faceta más salvaje posible, y el diseño de instituciones políticas que combina un envase democrático-electoral con una naturaleza oligárquica. Forman una especie de bloque hegemónico. Algunos de los principales empresas mediáticas y otras fábricas del consentimiento revestidas de fundaciones sin fines de lucro ―financiadas por los primeros actores de la lista― operan en la zona desde sus bien equipadas y cómodas instalaciones. También se observan por ahí algunos símbolos del inviable modelo de desarrollo que promueven: lujosos centros comerciales y otros proyectos inmobiliarios que se erigieron a costa de la depredación ambiental y la apropiación privada y exclusiva-excluyente de los territorios. Encerrados en el enclave precario de un municipio muy rico, algunas comunidades marginales muestran la otra cara del “progreso”: un trozo de realidad nacional en medio de un “mundo maravilloso” exclusivo-excluyente. En el sector se encuentra la plaza “Roberto D’aubuisson”, levantada en honor del paramilitar que fundó Alianza Republicana Nacionalista (Arena), partido financiado por los grandes propietarios y expresión de un pasado aciago. Hay una bandera tricolor y una adaptación del eslogan fascista “Franco sí, comunismo no” convertido en “Patria sí comunismo no”, además de la leyenda electorera: “el arma más poderosa de los hombres libres es el voto”.

El voto por Arena fue el arma más poderosa de los “hombres libres” de la clase dominante para apropiarse del sistema financiero y el sistema de pensiones, profundizar la explotación de personas y recursos naturales, convertir ministerios y autónomas en una extensión de sus oficinas corporativas y diseñar un régimen fiscal que actúa como una especie de Roobin Hood al revés: quita a los pobres (con impuestos regresivos) para dar a los ricos (con privilegios fiscales de todo tipo y obras públicas de beneficio privado-empresarial). No ha servido el voto para que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) ―antiguos desafiantes armados del bloque oligárquico-militar y luego oponentes partidarios al orden neoliberal― pueda (o quiera) desarticular el brutal modelo económico instaurado por sus predecesores, bajo el recetario y la supervisión de los organismos internacionales.

Los últimos dos gobiernos se han conformado con administrar la dolarización, los tratados de libre comercio, una legislación laboral que privilegia al capital frente al trabajo. Predomina lo privado-mercantil sobre lo público y comunitario. El voto ha servido para algunos cambios de estilo y esfuerzos valiosos que no han sido suficientes frente al pantano en el que quedó el país tras dos décadas de mal gobierno arenero, con el agravante de que el deterioro es tan evidente que hace palidecer cualquier mejoría tras casi ocho años de gobierno efemelenista. Tan profunda es la injusticia, que el país está en bancarrota mientras 160 multimillonarios acumulan una riqueza equivalente al 87 % del PIB1, algunos de ellos con patrimonios de más de mil millones de dólares2. Es riqueza producida socialmente que se apropian unos cuantos, seguidores de la famosa directriz “privatizar las ganancias y socializar las pérdidas”. De nada sirven las promesas electorales de cambio cuando no existe un proyecto alternativo a los poderes establecidos, parafraseando a Monseñor Romero: “de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre”, aunque en El Salvador actual hay más sangre que reformas. El voto tiene un alcance limitado frente a las fuerzas regresivas de la sociedad.

El voto es el fetiche de un discurso que reduce la democracia a elecciones. Basándonos en la genealogía de los regímenes políticos, se encuentra en sus lejanos orígenes que por ejemplo para Aristóteles, la oligarquía busca el interés de los ricos y la democracia el de los pobres, la diferencia entre democracia y oligarquía es la pobreza y la riqueza3. Interpretando este hecho, el historiador Moses Finsley señala que la teoría moderna obscurece el hecho de que “la constitución de un estado tiene sus raíces en un sistema social”4. Hoy se excluye al pueblo en todo excepto en el voto, pero las decisiones se toman a su pesar y usualmente en su contra. Los propietarios, constituidos como clase social, han influido o dirigido abiertamente en la política para su exclusivo beneficio. Conceptualmente, la democracia implicaba la participación directa de quienes gozaban de la condición de ciudadanía, sin la distorsión de los representantes. En su clásico “El concepto de representación” la politóloga Hanna Pitkin sostiene que si el auténtico valor de la política reside “en la experiencia y en el hecho de la participación política como tal, entonces nadie más puede hacerlo «por» nosotros, y la representación debe significar la exclusión de la mayoría de la gente de lo que promete la mayor parte del tiempo”5. Para ella, el problema más importante de la teoría de la representación es la problemática relación entre representación y democracia, instituciones representativas que traicionan en vez de servir a la democracia y que se diseñaron para que el pueblo no fuera el sujeto. Se ha reducido la democracia a una cuestión de número y mayorías. Se atomiza al pueblo en una suma de votos, una mera agregación de preferencias individuales. Gramsci cuestionaba la veracidad de la “ley suprema” del número y de la idea de que el peso de la opinión de cualquier elector sea exactamente igual. Para el pensador italiano, la numeración de los “votos” es la expresión final de un prolongado proceso de influencia de unos pocos. Hay un momento en que los intereses corporativos se convierten en los intereses de las clases subordinadas: surge la hegemonía6.

Volviendo al rico municipio de “Antiguo”, en su periferia se encuentra la Casa Presidencial, sin gran autonomía frente a la hegemonía del capital, más allá de la cabeza ejecutiva de turno: muestra el limitado papel de los cargos electos en la dirección del país. Por su parte, el bloque hegemónico posee medios intelectuales e ideológicos que garantizan el consentimiento de los dominados y un “sentido común” que le favorece. Los sin voz no tienen medios suficientes para hacer valer su voz, aunque el país presuma de la libertad de expresión. Decía Maquiavelo que la plebe unida es fuerte, dispersa es débil. El peso infinitesimal del voto de un pueblo dividido y pasivo es débil frente al generoso financiamiento de las campañas electorales y la influencia del gran capital en la política cotidiana, esa que transcurre entre elección y elección. Parafraseando la letra de “Fiesta”, del cantautor español Joan Manuel Serrat: después la “fiesta” del voto, “vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza”. El voto es insignificante, o al menos muy limitado, si se tiene como horizonte la emancipación del pueblo, una distribución más justa de la riqueza producida socialmente y la creación de sistemas de solidaridad robustos. Para ello se requiere un pueblo unido. Se necesita un proyecto alternativo al orden liberal, no uno que solamente intente gestionarlo como mejor pueda.

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1 Ver en Oxfam El Salvador “160 millonarios en El Salvador acumulan riqueza equivalente al 87% de la producción nacional”, en https://www.oxfam.org/es/sala-de-prensa/notas-de-prensa/2015-05-19/160-millonarios-en-el-salvador-acumulan-riqueza, publicado en 19/5/ 2015).

2 Forbes México, los millonarios de Centroamérica, en https://www.forbes.com.mx/los-millonarios-de-centroamerica/#gs.2Jd9ER8

3 Aristóteles, La política, Madrid, Alianza, 1998.

4 Moses Finley. El nacimiento de la política. Barcelona. Crítica, 11.

5 Pitkin, Hanna (1985). El concepto de representación. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985, 11.

6 Antonio Gramsci. Antología. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán. Madrid, Akal, 2013: 140.

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