¿Quién es el enemigo de la religión?

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Luis Alvarenga
11/02/2009

En Bolivia aparecieron volantes en los que se exhortaba a la población a elegir por quién votar: por Jesús o por el enemigo de Dios, Evo Morales. En El Salvador aparecieron pasquines similares, donde el impío era el FMLN, partido que de llegar al poder, decían, instauraría el reino del mal. Y aparecieron calcomanías: "Cristianos, vamos con todo", con los colores rojo, blanco y azul. La batalla del bien, encarnado en Arena, y el mal, encarnado en el FMLN, estaba planteada.

El desafortunado caso de los ex candidatos del PCN, uno de ellos miembro del Consejo de Ancianos de la iglesia evangélica Elim, pone en entredicho los contenidos de la campaña sucia que se vale de la religión para atacar al FMLN. El ahora ex candidato presidencial del PCN fue utilizado para atraer votos de las iglesias evangélicas hacia el partido y fue descartado cuando el guión demandaba poner todo en función de la campaña de Ávila.

¿Quién es el enemigo de la religión? Para el fundamentalismo religioso, lo es todo aquel que insiste en una separación del ámbito público del ámbito privado, en el que caben las distintas concepciones sobre Dios o sobre su inexistencia. (Lamentablemente, en el mundo contemporáneo, esa visión laica de las sociedades y los Estados, donde la fe o la falta de fe religiosa no pueden ser motivo de discriminación para ejercer los derechos, parece estarse perdiendo, pero esto es materia de otro comentario). Para el oportunismo de derecha, lo es todo aquel que esté ligeramente más corrido hacia la izquierda y que vota sobre el rojo.

Para quienes sostienen esas posturas, está mal cuando la religión denuncia el pecado de un sistema que niega la vida al negar las posibilidades de una vida mínimamente digna. Eso es politizar la religión, dicen. No está mal cuando la religión hace política utilizando la influencia de los dirigentes para incitar abiertamente a votar contra los supuestos enemigos de Dios, generalmente rojos y zurdos.

Pero cuando los cálculos salen mal, da igual si alguien, como pudo haber sido el caso de Chévez o no, participa de buena fe en sus campañas electorales. El esfuerzo del ex candidato pecenista se convirtió en algo completamente superfluo, por lo que se le echó a un lado una vez asegurada la cuota de votos necesarios para seguir teniendo poder de negociación. Nada extraño si nos atenemos a las palabras del economista neoliberal Friedrich Hayek, en una entrevista concedida a la revista chilena Realidad, en 1981, y citadas por Franz Hinkelammert: "Una sociedad libre requiere de ciertas morales que en última instancia se reducen a la mantención de vidas: no a la mantención de todas las vidas porque podría ser necesario sacrificar vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto, las únicas reglas morales son las que llevan al ‘cálculo de vidas’: la propiedad y el contrato". De igual manera, cabe esperar lo mismo para quienes, en nombre de la defensa de la fe religiosa, terminan defendiendo la propiedad en beneficio de sus dueños tradicionales.

¿Quién es el enemigo de la religión? Lo es quien manipula la fe religiosa para movilizar electoralmente a la población y no tiene inconveniente para jugar con su dignidad. Cuando Pablo de Tarso proclamó que ya no había ni judío ni griego, ni hombre ni mujer, ni esclavo ni libre, proclamó la universalidad de la dignidad humana, y que, independientemente de sus condiciones, estaba un amor irrestricto a la humanidad. Esa dignidad universal pasa por no manipular a la gente en nombre de intereses inmediatos, sea con argumentos religiosos, o a través del miedo.

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