Acoso a la crítica y al aporte intelectual

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10 de enero de 1976. Un explosivo estalla en las oficinas administrativas de la revista universitaria Estudios Centroamericanos (ECA). En 1976 detonaron al menos cuatro bombas más en el Edificio de Administración Central, en la imprenta y en la editorial de la UCA. Quienes colocaban los explosivos no escondían su rostro ni sus propósitos. Después de la bomba que explotó el 24 de agosto de aquel año, el escuadrón de la muerte Unión Guerrera Blanca admitió que eran un “comando anticomunista y que su objetivo eran los jesuitas de la Universidad”.

A las acciones de los comandos terroristas sobrevinieron medidas estatales contra la UCA, las cuales eran acuerpadas por sectores terratenientes y del gran capital. El 10 de diciembre de 1976, a petición de un grupo de diputados de la Asamblea Legislativa, se presentó una moción para retirar el subsidio que se le entregaba a la Universidad. Algunos de los parlamentarios que presentaron la petición sostuvieron públicamente que reprochaban los planteamientos universitarios que se publicaban en ECA y que, además, estaban en contra de la posición que la UCA había tomado a favor de un proyecto de reforma agraria que se había discutido desde 1970 y que, paradójicamente, era impulsado por el mismo gobierno militar de turno.

El Frente Agrario, un sector que aglutinaba a grandes terratenientes, en un comunicado que apareció en la prensa escrita, sostuvo que la UCA “había adulterado su misión de centro de educación universitario” y que tenía una clara inclinación “sectarista”. El Consejo Superior Universitario de la UCA, junto con otros miembros de la comunidad universitaria, intentaron dialogar con diversos funcionarios de instancias estatales sobre la grave situación educativa del país, pero todo esfuerzo cayó en saco roto.

La UCA, desde 1970, había manifestado que optaba por la “liberación de las mayorías oprimidas de los pueblos centroamericanos” y que su misión principal era la de ser “conciencia crítica y creadora de la realidad salvadoreña dentro del contexto centroamericano”. Esta opción por las mayorías populares se traducía en estudiar la realidad, denunciar a las estructuras opresoras con base científica, buscar soluciones liberadoras y preparar profesionales con capacidad suficiente para implementar dichas soluciones, “en diálogo y solidaridad con el pueblo oprimido”. Desde 1969, la revista ECA se había convertido en el principal medio impreso desde el cual los intelectuales de la UCA analizaban y proponían soluciones a las problemáticas nacionales.

El momento histórico actual recuerda aquellos años en los que la lógica de la violencia se sobreponía a cualquier forma de diálogo para buscar soluciones a los graves problemas estructurales que aquejan a la mayoría de la población. Desoír a instituciones como la UCA equivale a no apostar por el desarrollo del país. Las voces históricas y con altura ética debiesen ser las primeras consultadas para resolver las graves crisis que atraviesa El Salvador. En lugar de decantarse por este camino, desde el sector oficialista, se busca intimidarlas, sancionarlas, acorralarlas y acallarlas. Ahora se recurre a espectáculos públicos, como al que se citó al rector de la Universidad, con el que se pretendía desprestigiar a la persona y a la institución entera por medio de estrategias discursivas que tenían a su base retruécanos, frases pésimamente elaboradas, preguntas repetitivas o ambiguas, y argumentos falsos.

La violencia no solo se manifiesta con explosivos. La violencia está presente en un entramado de relaciones que se expresan de distintas formas. Pese a dicha situación, la crítica intelectual no se puede callar ni con explosivos, ni con espectáculos públicos. Este 2022, la UCA cumple 57 años. Le vendrán muchos años más. Sin embargo, los Gobiernos son pasajeros; los funcionarios son de turno. Los imperios, las monarquías y las dictaduras tienen pies de barro; la realidad siempre supera su oprobio. Ojalá que las voces que pretenden sumar al desarrollo democrático y a la prosperidad del país detonen, con humildad y amor cristiano, en los oídos sordos de quienes solo aceptan los gritos, erráticos y confundidos, de sus propios fanáticos.

 

* Óscar Meléndez Ramírez, investigador y jefe de Acervos Históricos de la Biblioteca “P. Florentino Idoate, S.J.”

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Salvador2017806389
15/02/2022
21:50 pm
Este es un excelente comentario sobre la realidad de El Salvador y su gobierno. No se puede poner mas claro: Los imperios, las monarquias y las dictaduras como El Salvador, tienen pies de barro y se quebraran pronto. Felicidades Oscar Melendez por tan acertado comentario.
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