Comentando un nuevo informe del PNUD

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José M. Tojeira
26/10/2009

La semana pasada, el PNUD presentó el Informe sobre Desarrollo Humano para Centroamérica 2009-2010, titulado "Abrir espacio a la seguridad ciudadana y el desarrollo humano". Se trata de un informe que no sólo tiene datos, sino análisis del fenómeno multicausal de la violencia y diseño de políticas a seguir. Un libro, en realidad, que deberían leer y meditar nuestros políticos, y por supuesto, todos los que en la sociedad civil nos esforzamos por poner algo de racionalidad en ese maremágnum de irresponsabilidad y dolor que son los índices de violencia existentes.

Leyendo el informe, es evidente que lo que menos ha existido en nuestras sociedades es prevención de los problemas sociales que producen violencia. El proceso de industrialización salvadoreño, la guerra con Honduras y posteriormente la guerra civil provocaron fuertes y rápidas migraciones internas, desarraigo, concentraciones urbanas desorganizadas. Y el Estado se quedó tan tranquilo sin pensar que esas rápidas y forzadas movilizaciones de personas no eran automáticamente señales de progreso, sino problemas que se acumulaban. Las graves diferencias sociales, que dieron origen a nuestra guerra civil, junto con las guerras en sí mismas, forjaron y reforzaron una cultura de la violencia. Y el Estado quiso creer que con la firma de los Acuerdos de Paz se resolvía automáticamente todo. Las guerras dejaron demasiadas armas de fuego en manos particulares, y una especie de regusto machista por las mismas. Los homicidios se multiplicaron y en su gran mayoría se produjeron con esas mismas armas. Pero desde el Estado se nos decía que esas armas eran para defender a los ciudadanos buenos, mientras los homicidios continuaban multiplicándose, cometidos muchos de ellos por los supuestos ciudadanos buenos. El narcotráfico, el crimen organizado, se fue infiltrando en nuestro mundo desorganizado; y mientras no hubo presiones norteamericanas, se le dejó crecer hasta adquirir unas dimensiones que lo han vuelto de difícil control. Y así hasta la saciedad en el tema de la prevención.

Pero más allá del análisis multicausal de la violencia, el informe nos ofrece caminos de salida indispensables. La lucha contra la pobreza y la exclusión; el fortalecimiento institucional en el campo policial y en el de los operadores de justicia; la modernización y racionalización de los sistemas de investigación; el desarrollo del civismo; la protección de las víctimas; el trabajo serio en la rehabilitación de victimarios... todo en el contexto de la prevención del delito, va apareciendo en el informe con una racionalidad sistemática e iluminadora de lo que deben ser políticas públicas de seguridad ciudadana. Frente a las acostumbradas políticas de mano dura, el informe se mueve en el ámbito necesario de respeto a los derechos humanos y muestra una vez más los problemas de la militarización del fenómeno. Rompe los mitos, como el que culpabiliza a las maras de la mayor parte de los delitos, ayudándonos a poner realismo y objetividad en el tema. Mejor y mayor permanencia en la escuela, y oferta de trabajo juvenil abundante y protegido serían mucho más efectivos para tratar el tema de la delincuencia juvenil que toda esa charlatanería de la mano dura

Si no hacemos algo, no será por falta de buena literatura o por carencia de datos al respecto. Toda política necesita una base racional de estudios, reflexiones, datos. Y la política de seguridad ciudadana no es diferente. Pues bien, esa base la tenemos. El documento del PNUD es el último de excelentes estudios y documentos que tenemos a mano. Con la ventaja de ser un estudio y trabajo centroamericano, que nos permite también comparar problemas y soluciones con países que sociológica e históricamente, aun con sus diferencias, son muy parecidos. Además de mostrarnos otras experiencias del área latinoamericana que pueden servirnos como ejemplo. Comenzar a trabajar es urgente. Y seguir patrones de trabajo como los que marca el PNUD, indispensable para el éxito.

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