El PNUD presentó esta semana el informe sobre desarrollo humano para América Central 2009-2010. Este año, el énfasis de la publicación es la seguridad ciudadana como elemento fundamental para el desarrollo humano.
Ciertamente, sin seguridad una sociedad no puede avanzar hacia la democratización, ni mucho menos un Estado puede considerarse garante de los derechos humanos. En ese marco, el estudio del PNUD hace una distinción entre la seguridad objetiva y la seguridad percibida.
Esta diferencia cae como anillo al dedo en nuestro contexto, pues esta semana, a raíz de un rumor, la histeria colectiva se apoderó de buena parte de salvadoreños y salvadoreñas.
Este lunes, el tráfico disminuyó en horas de la tarde, hubo paranoia entre cientos de empleados y estudiantes que, ante la amenaza de una eventual acción de las pandillas, deseaban llegar a sus casas para estar sanos y salvos.
Cuando en un país la vida cotidiana y las rutinas laborales se paralizan o modifican en función de un rumor, algo está muy mal. Y ese algo en El Salvador es el alto nivel de inseguridad y la violencia concomitante que no cesan y producen a diario más de 12 asesinatos. Ante esto, se espera que el Estado sea capaz de prevenir ese tipo de histerias colectivas.
El problema de la inseguridad cuando alcanza niveles insospechados es justamente que, además de una dimensión objetiva del riesgo y de condiciones vulnerables, aumenta la percepción —subjetiva, pues— de las condiciones que generan ese estado.
La última encuesta del IUDOP sobre victimización y percepción de la inseguridad revela que para el 74.2% de la población encuestada la delincuencia ha aumentado en los últimos cinco años.
Al preguntarle a las personas sobre la sensación de seguridad en su lugar de residencia, el 26.6% señaló sentirse muy inseguro y el 28.8% algo inseguro. Dicho de otra forma, más del 50%de los encuestados percibe algún grado de inseguridad en su vida cotidiana.
Lo ideal sería que esta sensación se quedara en mera percepción y, por tanto, como el reflejo de un miedo construido por la sociedad en su conjunto. Pero la realidad cotidiana da muestras de las fallas de la seguridad pública.
Es preciso reiterar los llamados de alerta sobre la situación. La salida al problema de la inseguridad pasa por la prevención y por la actuación eficaz de los cuerpos de seguridad, mediante la profesionalización, la articulación y el fortalecimiento de sus capacidades. En esa línea, la inclusión de militares en tareas de seguridad pública no soluciona el problema de fondo. Lanzar acciones inmediatas no resuelve a largo plazo las debilidades ni garantiza resultados concretos, más aún cuando existe una no muy buena percepción sobre los militares y sus procedimientos.